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Quiero confesárselo todo. No logro enmendarme. Lejos de dejar de ir a casa de Pepita, voy más temprano todas las noches. Se diría que los demonios me agarran de los pies y me llevan allá sin que yo quiera. Por dicha, no hallo sola nunca a Pepita. No quisiera hallarla sola.

Ahora es un gorjeo que sobre mi cabeza sueña un verso de amor... Vuelve a chillar la prosa: mugriento y sin aseo el tren silba ya el grito carnal de un estertor. Unas nubes muy blancas se agarran al azul. Árboles verdinegros vigilan el espacio. Los murmullos del río me rozan como un tul que acaricia las trenzas de una novia. Despacio marcha el sol.

Que doña Clara se haya enamorado de nuestro hombre, pase, porque yo que no peco por los amores barbados, estóilo de él; que doña Clara se haya valido de como de un anzuelo para pescar á su enamorado, cosa es que no espanta á nadie, porque las mujeres se agarran á todo... que se encierre con él... cosa es que de común apesta... pero que me digan: acompáñele vuesa merced; y acompañado que ha sido: vaya vuesa merced á ver al rey, que le espera, á las tres de la mañana, cuando nuestro señor, que Dios guarde, es más dado á dormir que un gusano de seda, dígome que no me entiendo, dóime capote y sigo y prosigo hacia el cuarto de su majestad.

Y de la enormísima cantidad de sal que Clarín ha derramado en las páginas de La Regenta da fe la tenacidad con que a ellas se agarran los lectores, sin cansancio en el largo camino desde el primero al último capítulo.

¿Mi cuñado?... ¿Raúl? Por toda respuesta, la muchacha me echó los brazos al cuello. No se agarran los náufragos a su leño con mayor firmeza. ¿Pero él?... También él... Pero... vamos por partes... ¿se te ha declarado? Casi. Con «casi» no hacemos nada... ¡claridad! ¡claridad!... Bueno... ... se me ha declarado. Y , ¿qué le has respondido? Inesita casi me ahoga entre sus brazos: «¡¡Que !!...»

Liberal aunque barbero; que yo no soy cualquier vende-humos, sino un ciudadano honrado y liberal como cualquiera. Pero miren á estos realistones: ahora han cambiado de casaca. Después que con sus delaciones tenían las cárceles atarugadas de gente; se agarran á la Constitución, y ya están en campaña como toro en plaza, dando vivas á la libertad. Señor Calleja, usted es un insolente. ¡Servilón!

Entre ellas, es acaso la más importante la facilitación de las comunicaciones entre los pueblos apartados: los tiranos, generalmente cortos de vista, no han considerado en las diligencias más que un medio de transportar paquetes y personas de un pueblo a otro: seguros de alcanzar con su brazo de hierro a todas partes, se han sonreído imbécilmente al ver mudar de sitio a sus esclavos: no han considerado que las ideas se agarran como el polvo a los paquetes y viajan también en diligencia.

De punta y de filo se hieren á izquierda, á derecha, la cabeza, el pecho: retiranse, acométense; se apartan, se agarran de nuevo; dóblanse como serpientes, embísterise como leones: á cada instante salfan chispas de los golpes que se pegan.

En los acantilados verticales no hay más que musgos: únicamente las malezas pueden agarrarse á las inclinadas paredes de los precipicios. Si la pendiente es menos rápida, pero aun inaccesible para el hombre, se arrastran los árboles entre las rocas y se agarran á las hendiduras con sus raíces; en las planicies se enderezan, en cambio, los tallos y se extiende el follaje.

Todas ellas fingiendo cumplir un deber de cortesía con ustedes al visitarlos, se agarran a esa ocasión para darse pisto entre las gentes de la villa y meterles a ustedes sus trapitos por los ojos... Cuando concluya esta tanda, empezará la de las otras, el Faubourg Saint-Germain de aquí, «nuestra vieja aristocracia», como si dijéramos, los Carreños de abajo y los Vélez de arriba, que es ya lo único que nos queda de esa clase, y bastante averiado por cierto.