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Y rabiosamente, como si se tratara de un enemigo implacable, Antonio le tiró varios golpes con el bichero, hundiendo el hierro en aquella piel viscosa. Las aguas se tiñeron de sangre y el animal se hundió en un rojo remolino. Antonio respiró al fin. De buena se habían librado: todo duró algunos segundos; pero un poco más, y se hubieran ido al fondo.

Para el honor y para la gloria de esta empresa no hay grandes peligros, ya que el enemigo se mueve entre la espesura de los bosques, actuando por sorpresa, esquivando los combates; pero aunque los hubiera, este pueblo digno y heroico, que no sabe tolerar ultrajes á su honra, ahora como siempre, y ahora más que nunca, los arrostraría con la impetuosa serenidad de los que en los campos de Cuba, entre escombros humeantes, con su propia sangre, tiñeron las franja y el triángulo de la bandera de la patria.

Las pocas gotas de sangre que doña Carmen tenía ya en su arruinado cuerpo le subieron de golpe al rostro y lo tiñeron levemente de rojo. Me han dicho ... que estabas deseando mi muerte. A su vez la rica sangre de Clementina acudió atropelladamente a sus mejillas y las encendió con vivos colores. Ambas se miraron un instante confusas.

La sonrisa del conde era tan penetrante que se tiñeron de carmín las mejillas del señorito Octavio. Precisamente un campeón, no, señor... Es hombre que piensa de cierto modo... Como tiene un carácter muy abierto, se expresa siempre con calor... Esto le perjudica... De ningún modo.

Maud se detuvo bruscamente y palideció. ¿Se refiere usted al señor de Sorege? Tragomer movió la cabeza. Marenval ha hecho bien de plantear en seguida la cuestión como debe ser planteada. Ya ve usted, miss Harvey, como á la primera palabra se ha turbado, y qué peligroso es poner en conflicto su sinceridad con su interés. Las mejillas de la joven americana se tiñeron de rojo.

Se había quitado los manteos, quedándose en sotana, libre y desembarazado como si estuviera en su casa. Godofredo se levantó apresuradamente al ver a Mario y sus cándidas mejillas se tiñeron de vivo carmín. ¿ por aquí? ¡Cuánto me alegro! Y le abrazó cariñosamente y le obligó a sentarse, poniéndole una copa delante. D. Jeremías no se levantó.

Callose; principió a retorcer entre los dedos un rizo de sus cabellos, y la rígida línea del labio superior apretado sobre los perversos dientecitos, suavizose, experimentando un ligero temblor. Dirigió la vista al suelo, y sus mejillas se tiñeron de un ligero rubor al través de las manchas de rojizo barro y de un asoleado cutis.

Y la esposa de Reynoso señalaba enérgicamente el suelo con su índice. Las mejillas de Tristán se tiñeron de carmín. Bueno: ¿se pone usted colorado? Mejor, así se demuestra que le queda todavía un poco de vergüenza... Saque usted el pañuelo y póngalo debajo que se va a manchar los pantalones en la arena. Tristán se arrodilló delante de su novia sonriente y ruborizado.

Al pronunciar estas últimas palabras, el rostro de Doña Blanca tomó una expresión sublime de dolor; sus mejillas se tiñeron de carmín ominoso como el de una fiebre aguda; dos gruesas lágrimas brotaron de repente de sus ojos.

Poco importa el vestido si se lleva el duelo en el corazón apuntó María Josefa, que en los cinco años trascurridos había aguzado prodigiosamente el filo, el contrafilo y la punta de su lengua. Las mejillas de Fernanda se tiñeron de carmín. Se avergonzó como si fuese un delito no sentir la pérdida de Granate. Luego, irritada por aquella hostilidad, estuvo a punto de mostrar violentamente su enojo.