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El ilustre funcionario adquirió nuevamente el favor que había perdido en Palacio, y no pudiendo lograr que un Príncipe apadrinara sus felices bodas, encontró marqueses y condes que se ofrecieron con bonísimo talante a hacerlo. ¡Ejemplo admirable de las recompensas que el cielo da a la gente amaestrada en el supino arte de la vida! La boda se fijó para últimos de Setiembre.

Con el adelanto de la inteligencia, la bondad y la sensatez humanas; con la creciente abundancia de producciones en perspectiva por el desarrollo de las artes y las ciencias; que acabarán por suprimir la ignorancia, el vicio, el crimen, el dolor y la miseria; con la atenuación progresiva de las desigualdades del presente, que son el fruto de las iniquidades del pasado, por el mejoramiento incesante de la capacidad moral del individuo, se perfila en lontananza un tipo de hombre superior, que, sabiendo extraer del lado noble de la naturaleza humana todo el bienestar a que aspire, no sentirá la necesidad de que sus buenas acciones sean premiadas con recompensas desproporcionadas, ni castigadas con penas eternas los que le causen males pasajeros.

Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en metad de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve, me parecía a que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos; que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre. ¡Venturoso aquél a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo!

El empleo de brigadier, el título de ciudadano de la Union, y además el mando en jefe de la division, de Cúcuta, fueron las recompensas otorgadas á Bolívar por tan señalado triunfo. Unida su fuerza á la que trajo el coronel Manuel Castillo, jefe militar de Pamplona, ascendia ya á unos 1.200 hombres bien municionados y armados.

Por el contrario, empujado por la propia lógica de los suyos, el cristianismo creó nuevas formas de males para agrandar las recompensas del cielo que es el plan y el objetivo de la vida conventual instituyendo para los infieles las penas más atroces y para los fieles las torturas morales por los terrores del infierno, y las torturas físicas por el cilicio, las privaciones y las penitencias, prohibiendo la medicina, las diversiones y los anestésicos, porque tendían a disminuir el dolor y la tristeza, que eran tenidas como fuentes de dicha futura.

7.o Que deben ser dotados competentemente, y con una pequeña diferencia en el sueldo en la escala establecida; pues sus funciones, siendo iguales, debe haber la mayor posible igualdad en las recompensas, y debe prohibírseles: 1.o todo trato, granjería ó comercio, bajo graves penas, que se deben detallar y ser efectivas en su caso: 2.o que no perciban honorarios de ninguna clase, pues pagados por el Gobierno para administrar justicia, no deben tener otra remuneracion pecuniaria que su sueldo, y saber que su buen porte y celo por el servicio les remunerará con los ascensos que les correspondan.

La materia de la religión, que es la necesidad de castigar en un mundo imaginario los males impunes del mundo real, y de premiar en otra vida las bondades no gratificadas en ésta, está viniendo a menos constantemente por el progreso moral de la especie humana, y se puede prever desde ahora que, cuando todas las acciones malas sean castigadas o perdonadas, y todas las buenas sean premiadas aquí, Dios se quedará sin tener nada que hacer allá, y a menos que se empeñe en ser más malo que los hombres, castigando lo que éstos olvidan, y dándoles, quand même, recompensas a que no aspiren, se verá obligado a clausurar definitivamente el purgatorio, el infierno y el cielo, dejando sin empleo a todos sus ministros en la tierra.

Tenía la bochornosa debilidad de dudar entre la salvación de Jacobo y la mía: usted me ha aconsejado. Ya no hay duda posible. Entregarme de nuevo á un monstruo como usted, sería completar mi crimen. Sorege dió un salto al oir el ultraje y dijo, ya de pie: ¿Así recompensas los servicios que he prestado? ¡Me he comprometido por ti y me entregas á mis enemigos!

Sus oídos escuchaban quizá rabeles divinos y voces inefables, y su espíritu, infinitamente lejos de la tierra, presentía las delicias del Alchanna y las sublimes recompensas que su religión promete a los mártires.

Pululaban por todas partes, y especialmente por las risueñas campiñas regadas por el Ródano y el Duranzo, y á lo largo de las costas del Mediterráneo, atraídos por ricas recompensas, por las espléndidas cortes y el espíritu caballeresco, que reinaba en ellas más que en parte alguna, y realzaban el brillo de las fiestas con sus espectáculos y cantos, solazando á nobles y pecheros, no obstante encontrarse entonces su arte en sus albores, no libre aún del influjo de la Edad media, que inmediatamente le precediera.