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Los sucesos posteriores vinieron a desmentir este aserto, pero era entonces voz corriente entre la servidumbre, que esta mujer había logrado para y su hijo un lugarcito ventajoso en el testamento de don Aquiles y a guardar el puesto conquistado tendían todas sus artimañas. Se ha dicho que Gregoria tenía novio.

Semejante cuadro, cuyo fondo era un trozo de mar sereno, un muelle de piedras desiguales, una ribera peñascosa, tenía mucho de paisaje napolitano, completando la analogía los trajes y actitudes de los pescadores que no muy lejos tendían al sol redes para secarlas.

El Magistral, Ripamilán, don Víctor, don Álvaro, el Marqués y el médico llevaban el peso de la conversación general; Vegallana y el Magistral tendían a los asuntos serios, pero Ripamilán y don Víctor daban a todo debate un sesgo festivo y todos acababan por tomarlo a broma.

Volaban en espiral sobre la popa, abanicando algunas veces con sus alas a los pasajeros de tercera clase. Otras se tendían en fila sobre el camino blancuzco y espumoso que dejaban abierto las hélices en la llanura del Océano.

Todos parecían sonreir con sus bocas lívidas y sus ojos febriles á las primeras tierras del Mediodía que asomaban entre la bruma matinal, coronadas de sol, cubiertas de la regia vestidura de sus pámpanos. Los hombres del Norte tendían sus manos á las frutas que les ofrecían las mujeres, picoteando con deleite las dulces uvas del país.

Las aves marinas, atraídas por el resplandor rojizo de la iluminación de la villa, revoloteaban sobre los tejados y tendían sus alas hacia el mar, siguiendo la tortuosa calle de la ría hasta la inmensa plaza del Abra. Comenzaban á abrirse los establecimientos de la gente pobre; abacerías, tabernas y bodegas.

Sus alas se tendían majestuosas en el éter como velas cóncavas; su túnica arremolinábase atrás, en pliegues armoniosos, impelida por el viento. Era igual a la Victoria de Samotracia, y lo mismo que a ella, le faltaba la cabeza. Por esto acabó de conocerla Ojeda. Ella no piensa, ella no tiene ojos... Era la esperanza, la ciega esperanza que con el avance de su torso señalaba al Sur.

Eran calles en pendiente, formando rellanos, flanqueadas de casas estrechas y altísimas. Todos los huecos tenían balcones, y de una baranda á la de enfrente se tendían cuerdas, empavesadas con ropas de diversos colores puestas á secar. La fecundidad napolitana hacía hervir de gentío estas callejuelas.

Cuanto se refería a las relaciones de Pepe con sus padres, quedó ante los ojos de Paz borrado por aquellas afirmaciones: pidió pruebas, esperanzada con que no se las darían, o ansiosa de poder desmentirlas, y entonces ella misma se prendió en la red que la tendían. ¡Mentira! dijo. Y esa mujer, ¿quién es? ¿Cómo sabe Vd. que él la quiere?

Entre la isla del Espalmador y la de los Ahorcados, donde se abre el paso para los grandes buques, deslizábanse éstos teniendo que luchar con el ímpetu sordo de las corrientes y los dramáticos y ruidosos golpes de agua. Las embarcaciones de Ibiza y Formentera tendían la lona de su velamen para navegar al abrigo de los islotes.