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¿Qué impulso incomprensible preguntábase entonces acababa de encaminarle a Toledo, adonde ella misma había de ser conducida por los peones del Santo Oficio?

Á su puerta se detuvo el joven, contemplando distraídamente un caballo ensillado que allí esperaba piafando, atado á una gruesa argolla fija en la pared. Era la primera vez que el descendiente de los Clinton de Munster entraba en un mesón y preguntábase qué clase de gentes serían sus compañeros de hospedaje y qué recibimiento le harían.

Extrañas y confusas ideas vibraban en el alma de Pérez. «¿De dónde habrán sacado los tandilenses todo este intríngulis? preguntábase. ¿Me amará la niña sin que yo lo sepa ni la conozca?... Aunque yo no la conozca, bien pudiera ella haberme conocido de vista y de nombre, cuando estuve en Buenos Aires!... ¡No sería la única!... ¡Y qué felicidad poseer esa belleza, para , para solo

Y al presentarse en la casa azul tenía que fingir que llegaba por un acto libre de su voluntad, sin miedo alguno. Así, sin que lo supiera su madre, siguió viendo a aquella mujer hasta la víspera de su salida para Madrid. Al llegar Rafael a este punto de sus recuerdos, preguntábase qué esperanza le movía a desobedecer a su madre, arrostrando su temible indignación.

, pero ¿y el alma? preguntábase Lucía a misma. ¡Por tan extraño modo, repetía una pobre chica ignorante el filosófico monólogo del soñador dinamarqués!

Como si la maternidad aguzase su razón, la muchacha preguntábase si Isidro era tan grande como ella le había creído, si no faltaba algo esencial en aquel hombre sin voluntad para el trabajo, indeciso e inquieto, que en plena amenaza de miseria pasaba gran parte del día olvidado de su situación, charlando en el Ateneo y en los cafés del porvenir de la juventud, de la decadencia de «los viejos», de lo que debía ser el arte, anunciando a voces que pensaba escribir grandes cosas, pero sin fuerzas para coger la pluma, sin constancia para la labor.

Los rostros de los operados que se ven en los dibujos anatómicos, parecíanle tranquilos, resignados, insensibles al dolor, y preguntábase si tal dosis de valor podía ser compatible con la naturaleza de las almas humanas. Seguía viendo, sobre todo, al cirujano de la página 89, todo vestido de negro, con un cuello de terciopelo en su levita.

Maltrana, al recordar su pasado, preguntábase muchas veces cómo habían vivido sus padres. Los había visto reír volviendo de las comidas del domingo, con una alegría extraordinaria, pugnando él por cogerla del talle al envolverles la sombra del crepúsculo, defendiéndose ella, escandalizada por estar en medio de un camino.

Con cuán victorioso despecho preguntábase entonces: ¿Cómo el alma del creyente podía correr en pos de un grano de vida como aquél, de una migaja de sensualidad efímera, y a veces emponzoñada, si Dios le ofrecía desde el cielo los goces infinitos y eternos?

Preguntábase si en efecto no sería única en la especie, como se lo había dicho la señora de Hermany, y si, sus sentimientos e ideas sobre la vida, y, sobre todo, sobre el amor, no eran solamente el resultado de una educación artificial y de una imaginación falseada por las utopías de los poetas; y, finalmente, si el placer, tal cual era, no era mejor que nada.