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Todo el Tandil se conmovió con el memorabilísimo acontecimiento de la llegada del capitán Pérez. No se le hizo una gran recepción pública, porque, no habiéndose previamente anunciado, su arribo fue imprevisto... ¡Ya les quedaba tiempo a los tandilenses para las manifestaciones! Ignacio, en cuanto llegó con su amigo, tuvo una larga y reservada conferencia con su familia.

Y así como una ave se resguarda en el caliente nido cuando estalla la tormenta, ella no tenía otro refugio que la inagotable ternura de su hermana. Adolfo y Laura propusieron a Coca un viaje a Buenos-Aires, para escapar del infierno de las habladurías tandilenses, de los artículos y de los duelos, de las felicitaciones y los anónimos.

Extrañas y confusas ideas vibraban en el alma de Pérez. «¿De dónde habrán sacado los tandilenses todo este intríngulis? preguntábase. ¿Me amará la niña sin que yo lo sepa ni la conozca?... Aunque yo no la conozca, bien pudiera ella haberme conocido de vista y de nombre, cuando estuve en Buenos Aires!... ¡No sería la única!... ¡Y qué felicidad poseer esa belleza, para , para solo

Y con la fotografía que yo os mostré, a ti y a Vázquez terminó triunfalmente Coca. ¡Cuántas convicciones, cuántas historias, reposarán sobre bases no menos falaces!... Porque para los futuros historiadores hará plena fe la documentación del periodismo y de los archivos tandilenses. ¿Quién dudaría de la tan probada existencia y hechos no menos comprobados del capitán Pérez?...

Cuando dos tandilenses se encontraban en la calle, en el club, en los negocios, en cualquier parte, la pregunta de rigor era ésta: ¿Y qué piensa usted de la Cuestión? El interrogado contestaba, si era perecista, que se trataba de una perversa intriga; si antiperecista, que el ejército nacional debía depurarse de sus malos elementos...

Sin apurarse, poco a poco, se insinuaría él en el ánimo de la agraciada niña. Para escapar a las indiscretas miradas de los tandilenses, el mismo capitán Pérez le serviría de pantalla... Porque, mientras don Mariano continuaba callado y pacientemente su obra de ganarse la voluntad de Coca, corrían en el pueblo innumerables anécdotas e historietas acerca del oficial.