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Muchos hombres de la City están al tanto de la gran fortuna que ha venido a mis manos, y es probable que muchos de los que lean esta historia conozcan también la blanca fachada de una de las grandes mansiones de la plaza Grosvenor; pero, ciertamente, nadie conoce los extraños hechos que por primera vez he estampado en letras de molde.

La piedra, el hierro y el ladrillo, son sustituidos por la caña, la nipa, y la palma brava, los cuidados jardines, por las revueltas y compactas agrupaciones de plátanos, bongas y cañas; mezclándose las mansiones de recreo, con centros manufactureros, en los que predominan las alfarerías, las canteras y las cordelerías.

En cambio, hoy día la anchurosa avenida del Brasil, a lo largo de la cual se contemplan muchas imponentes y lujosas mansiones conduce hasta el cerro, y desde los rompientes se destaca un hotel que bien merece el calificativo de magnífico. La historia de este suntuoso arrabal es muy sencilla.

En el despecho de perder todo este imperio que la fortuna regalaba a tu familia en fraude de la suya propia, los príncipes Almohades dejaron invisibles todos sus tesoros y riquezas en las mansiones subterráneas de estos inmensos alcázares y palacios, con tales artes y por tales secretos cabalísticos, que sólo Soleimán, o quien su anillo posea, pudiera haber a la mano y apoderarse de tanto encantado tesoro.

Y después, los mostradores estaban alfombrados con tripes representando todo un jardín zoológico de fieras estampadas, tigres, panteras, gatos monteses y leones rubicundos, reposados majestuosamente sobre paisajes historiados de selvas de lana con que las fábricas de Manchester reemplazaban en nuestras mansiones aristocráticas de entonces la carencia de Aubuisson y de gobelinos.

El «viejo» querría tenerle largas temporadas fuera de París; pero acabó por conformarse, pensando en que esto daría ocasión á frecuentes viajes en automóvil. Desnoyers se acordaba de los parientes de Berlín. ¿Por qué no había de tener su castillo, como los otros?... Las ocasiones eran tentadoras. A docenas le ofrecían las mansiones históricas.

Los melodiosos ecos llenaban el alma del dolor más profundo y hacían verter lágrimas; parecían elevarse a las regiones celestes y dirigirse a seres invisibles que habitaban las mansiones eternas.

Ulises esperaba tropezarse con la viuda al pasar frente á una de estas mansiones, loteadas ahora por pisos, y que exhibían en el portal las chapas indicadoras de oficinas y almacenes. En una de ellas viviría indudablemente la familia amiga de Freya. Luego dudaba, atraído por la blancura de las flamantes construcciones surgidas entre el caserío venerable.

Las altas paredes de ladrillo; las rejas enmohecidas y rematadas en cruces; los dos escudos de piedra obscura que ocupaban las enjutas de la puerta, cuyo marco apainelado y con vuelta de cordel parecía remontarse a fecha más antigua que el resto de la casa; las dos ventanas angreladas junto a un mirador moderno; el farol sostenido por pesada armadura de hierro dulce, en cuyo centro se retorcían algunas letras iniciales y una corona dibujadas con las vueltas del lingote; las guarniciones jalbegadas alrededor de los huecos; los pequeños vidrios, las celosías, y la diversidad y variedad de aberturas practicadas en el muro, según las exigencias del interior, le asemejaban a todas las antiguas mansiones de nuestros grandes, bastante desprendidos siempre para gastar en la fábrica de los conventos el gusto y el dinero que exigían las fachadas de sus palacios.

Pensamos en esa figura noble y artística como un retrato antiguo, superviviente de todos sus contemporáneos, haciendo sus apacibles paseatas por las calles muertas de Segovia, la vieja, viviendo una vida arcaica y cristalizada entre los muros grises de las rancias mansiones infanzonas, con escudos de piedra y los palacios grises eternamente cerrados.