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Después, estrechó las manos de la señora Aubry y de María Teresa, y se marchó. A la mañana siguiente, Huberto recibía un mensaje de su madre invitándolo a pasar por su casa sin demora. Algo inquieto, se dirigió a la calle Astorg y encontró a la señora Martholl instalada en su gran escritorio.

Los que vienen por aquí vuelven solos raras veces. A esta puerta va a llamar cierto día el señor Eloy Genvrain; este quincuagenario agostado no se retrasa mucho; en esta misma mañana ha recibido una hoja invitándolo a presentarse en el palacio de Justicia, a cosa de las dos, en el despacho del señor Renato de Espardeillan, juez de instrucción.

El 15 de septiembre de 1892, le dirigió una carta al general Máximo Gómez, invitándolo a que aceptara la investidura de encargado supremo del ramo de la guerra, a que «ayudara a organizar dentro y fuera de la isla, el Ejército Libertador que había de poner a Cuba, y a Puerto Rico con ella, en condiciones de realizar con métodos ejecutivos y espíritu republicano su deseo manifiesto y legítimo de independencia». En dicha carta invitaba al generalísimo, a ese nuevo sacrificio, en momentos en que no tenía más remuneración que ofrecerle según sus palabras «que el placer del sacrificio y la ingratitud probable de los hombres»; invitación a la que el general Gómez contestó aceptando, en noble y generosa carta, y a la que Martí correspondió, yendo a visitarlo en Santo Domingo, la República hermana por la gloria y el martirio.

Y aquí por qué, mi buen León, me alisto desde ahora bajo vuestra bandera, con trufas y todo. ¡Siempre el mismo, Oliver! dijo el barón riéndose de la salida de su amigo é invitándolo á entrar en su tienda.

En el momento de su partida se le presentaba un registro, invitándolo a escribir en él su nombre, el cual iba acompañado, por lo regular, de algunas frases de agradecimiento, frases verdaderamente inspiradas.

En Mayo de 1845, vendido ya el edificio por la Junta, el jefe político, Hezeta, ofició al Ayuntamiento invitándolo á que se suscribiese por algunas acciones á la empresa que se formaba en Sevilla para levantar un teatro en la calle de Colcheros, opinando la comisión de Hacienda según informe de 28 del citado mes, que la ciudad se debía suscribir por seis acciones, en vista de lo cual se acordó en cabildo secreto, conservar ciertos derechos sobre el teatro que se edificase.

Semejante á ésta por el interés que inspira y por la imperfección de las diversas partes del conjunto, es Don Lope de Cardona. El príncipe Don Pedro de Aragón ha dado muerte en un torneo al hijo del rey de Sicilia; y en su consecuencia se ha declarado la guerra entre los dos países. Lope de Cardona, capitán de las tropas aragonesas, vuelve vencedor y aguarda ser recibido, al desembarcar en Valencia, con las más vivas demostraciones de alegría; en vez de esto, encuentra cerradas las puertas: un carro cubierto con negros paños se le acerca, apeándose de él una dama, vestida también de negro. Esta dama es Casandra, su esposa, que le cuenta que el príncipe Don Pedro la ha requerido de amores, y que el padre de Lope, llamado Don Bernardo, ha salido á la defensa de su honor, sacando su espada contra el Príncipe en el calor de la contienda. El anciano Bernardo, á causa de su precipitación en obrar, ha sido acusado de crimen de alta traición y encerrado en la cárcel, y el Príncipe, lleno de ira, se ha dado trazas de predisponer contra toda la familia de Cardona al bondadoso y justo Rey. Casandra aconseja la huída á su esposo, pero él, confiado en su inocencia, se presenta al Rey, refiere los grandes servicios que ha prestado al trono, y hace valer las razones que disculpan el hecho de su padre, pidiendo que sea puesto en libertad y que él entre en su lugar en la cárcel. El Rey se opone á ello, cediendo á la influencia del Príncipe, y destierra mientras viva al capitán que le ha ganado una de las más brillantes victorias. Lope, pues, se embarca para Nápoles en compañía de su esposa, á la cual intenta retener en vano el príncipe Don Pedro; naufraga en las costas de Sicilia y arriba á la playa, cayendo en manos de Roger, á quien ha vencido en la guerra. Regocíjase éste al apoderarse de tan famoso guerrero, y se esfuerza en atraerle á su servicio, ya haciéndole las más lisonjeras promesas, ya amenazándolo; pero nada es bastante para quebrantar la fidelidad de Lope á su soberano, por grande que sea la injusticia con que lo trata. Roger aprisiona entonces á Casandra, y la conmina con la muerte si su esposo no accede á sus deseos; Lope sucumbe á esta prueba dolorosa, se pone al frente de la armada, y llega con numerosos buques á Valencia. Para economizar la sangre de sus conciudadanos y antiguos compañeros, exhorta á los aragoneses á decidir la contienda por medio de un combate singular. Es aceptada su proposición, y Pedro, para saciar su odio contra los Cardonas, nombra á Bernardo, todavía preso, para pelear contra su hijo. Los combatientes se presentan con la visera calada y sin conocerse; cáese el yelmo de uno, y ambos se reconocen en el momento en que se disponían á pelear hasta la muerte; obstínanse los dos en morir uno por otro; por último, Lope persuade á su padre á que huya, y que pretexte que su enemigo es el príncipe Don Pedro, contra el cual no ha querido levantar su leal mano. La princesa de Sicilia, enamorada de Don Pedro, se ha esforzado mientras tanto en atraerlo á una entrevista, para la cual debe serle útil Casandra, invitándolo á venir á su casa.

Jamás le faltaba dinero para estos viajes misteriosos; sin duda su familia tenía interés en mantenerlo lejos. Tardaba en reaparecer tres meses ó cinco años; hasta que el público rumor hacía saber á Lewis que su amigo vivía en Cannes ó en Niza, y le enviaba carta tras carta, invitándolo á trasladarse á Monte-Carlo.