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No debí darle a entender que la amaba; pero yo la amaba y la amo aún con todo mi corazón, y no le he dado bebedizo, ni filtro, sino el mismo amor que la tengo. Es menester, sin embargo, desechar, olvidar este amor. Dios me lo manda. ¿Te imaginas que no es, que no está siendo, que no será inmenso el sacrificio que hago? Pepita debe revestirse de fortaleza y hacer el mismo sacrificio.

Tenía el rostro enrojecido, los ojos trémulos y chorreantes. De un rizo de su cabellera pendía una lágrima. Adivinó que debía estar horrible; pero ¿qué le importaba?... , le amo; es lo que más amo en el mundo... Por él sigo viviendo. Sin él me mataría... Pero no es lo que te imaginas... no lo es.

Yo te escribiré, te daré cuenta exacta de mi vida... todos los días sabrás de aunque esté en el polo; pero quédate, no desesperes a tu madre, cierra los ojos ante sus injusticias, que al fin obedecen a lo mucho que te quiere... ¿Crees que yo no sufro al dejarte? ¿Te imaginas que es poco huir dejando aquí la mayor felicidad de mi existencia?...

Te creía muerto, Gabriel, en esas tierras lejanas, y más de una vez he rezado por tu pobre alma, que bien lo necesita. El compañero mostraba en sus ojos el agradecimiento por estas palabras. Gracias, Esteban. Admiro tu fe, pero cree que no he salido tan bien como te imaginas de aquella aventura sombría. Mejor hubiese sido morir.

imaginas que el natural discurso ha bastado á los hombres para formar la ley moral: yo creo que han necesitado de la revelación; pero y yo convenimos en que, una vez presentada esa ley, la razón humana la acepta como evidente.

Mira, observa, reflexiona, hasta dónde han llevado tus calaveradas a tu familia infeliz: ¡a humillarse a los Esteven! ¡a solicitar, de rodillas, su favor para salvarte! porque, no lo dudes: el medio supremo, a que se refería tiíta Silda, y que ella misma no consideraba infalible la desgraciada, era ése: recurrir al odiado pariente... ¡ah! ¡qué corazón tan grande el de tiíta! y por lo que dice Agapo, el recurso ha fracasado, y a los Vargas han dado los Esteven una vez más con la punta de la bota... ¿ves? te imaginas... no es posible, pues no eres dueño de tu razón... pero, si pudieras imaginar cómo están en tu casa esos viejos que has deshonrado, y que llamas queridos, falsamente, mentirosamente, porque si verdad fuera, no habrías hecho lo que has hecho; y dudando todavía, vacilando cobardemente; no te hagas ilusiones; en tu casa no puedes presentarte ya, y ahora menos que antes, ahora que sabes toda la extensión de tu falta; los umbrales aquellos no puedes pasarlos sino muerto, en expiación... ¡Estás creyendo que bastaría con echarte a los pies de tu padre! ¿y tendrías valor? ¿no comprendes que si no te rechazaba, sería por compasión y por lástima? ¡convéncete! no eres un segundo Agapo en la familia; eres un Quilito, y este nombre está por debajo del otro... ¡vete, huye, y cumple con tu deber!

Se trata de una historia que conoces tan bien como yo; pero debo forzosamente empezar por recordártela para llegar a mi objeto. ¡A ver si vamos a representar ahora la escena de Augusto y Cinna! ¡Tendría gracia! ¿Te imaginas que conspiro? ¡Vaya! Ya me has interrumpido dos veces, a pesar de haberme empeñado tu palabra.

Y como él no obedecía castigué a los caballos con mi varilla: antes que él hubiera pensado en sostener más fuertemente las bridas, los caballos galopaban ya libremente en el bosque. ¿Y ahora? dijo mi primo poniéndose las manos en los bolsillos. ¿Te imaginas que van a dejarse coger otra vez? Por ti, no respondí riéndome, pues estaba segura de mis favoritos.

Si mi ciencia y mi saber tuviesen la eficacia que imaginas, aún viviría tu madre, hija mía... Pero ¿quieres decirme en qué piensas, Magdalena, para perder así el tiempo? Mira que son ya las diez y Amaury debe venir a las once, pues a esta hora le he citado.

Tendrá que estar siempre metido entre gente ordinaria, trabajadores y jornaleros: luego le afinarás ... aunque mala tarea es. Pero, ¿imaginas que Millán es mozo de cuerda o sereno? repuso ella, riéndose forzadamente. Te equivocas: es un muchacho decente, igual a Pepe, que tiene que vivir así, trabajando, como Pepe.