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¡Ah! ¿Y si no fuera mentira? Pero espérate, ¡caramba! ¡déjame hablar! ¿De qué?... ¡De otra Clota más constante! dijo Melchor riendo, y agregó: el mundo está lleno de Clotas, ché Ricardo; convéncete. Eso lo dices ahora.

En fin, sobrina, convéncete de que te he hablado seriamente; vete y reflexiona. Comprendí que no se podía tomar a broma este formidable reto. Me encerré en mi cuarto donde reflexioné veintiocho minutos y medio, durante los cuales sentí germinar en mi corazón el loable deseo de trabar relación con la mesura.

Es que cuando alguno está cerca de y se pone a hacer visajes, me pongo también yo a hacer lo mismo. Somos monos de imitación... Pues , convéncete, lo del parecido es ilusión, y las dos... lo diré muy bajito, las dos hemos hecho una soberbia plancha. ¿Y ahora, qué hacer? No se te pase por la cabeza traerle aquí. Baldomero no lo consiente, y tiene mucha razón.

Yo reconozco que en esta casa hace falta un chiquitín. También yo lo deseo tanto como vosotras; pero esto, hija de mi alma, no se puede ir a buscar a las tiendas, ni lo debe traer Estupiñá debajo de la capa, como las cajas de cigarros. El parecido, convéncete tontuela, no es más que la exaltación de tu pensamiento por causa de esa maldita novela del niño encontrado.

Yo no sospechaba que hubiese secuestradores en el día, y caminaba muy seguro. Convéncete, hombre: la ganancia que habíais de hacer ya la habéis hecho. No tratéis ahora de lograr más ganancia. La codicia rompe el saco. A me mataréis, pero también a vosotros os darán garrote.

¿Y si no se trata de un daltónico? ¡Bah... bah... bah!... ¡No seas tan ingenuo, Ricardo! ¡Si en lo moral todos somos daltónicos! ¡Y todo el talento consiste en saber emplear los colores complementarios! Convéncete: todos somos daltónicos. De manera que, según tu teoría, el amor...

Esto no puede ser. Pues estaría bueno que un gobernador, cuya misión es velar por la moral pública, diera tal ejemplo. ¡El encargado de hacer respetar todas las leyes, faltando a las más elementales!... ¡Bonita andaría la sociedad, si el representante del Estado predicara prácticamente el concubinato! Ni que estuviéramos entre salvajes... Convéncete de que no puede ser.

Buscaba una salida de aquel compromiso, y al fin la encontró: «¡Ah!». ¿Qué? ¿Dices que cómo lo , tontín?... Pues muy sencillo. Si lo traía el periódico... Tu tía lo leyó anoche. Mira, aquí está: que se cayó del caballo paseando por la Casa de Campo. Y recobrando su serenidad, revolvió en la mesa y cogió El Imparcial que, en efecto, traía la noticia: «Mira... ¿lo ves?... convéncete».

PANTOJA. Ángel de todos, de Dios principalmente. Convéncete de que has caído en buenas manos, y déjate, hija de mi alma, déjate criar en la virtud, en la pureza. Bueno, señor: purifíquenme. ¿Pero soy yo mala? PANTOJA. Podrías llegar a serlo. Prevenirse contra la enfermedad es más cuerdo y más fácil que curarla después que invade el organismo. ELECTRA. ¡Ay de ! PANTOJA. ¿Por qué suspiras así?

Mira, observa, reflexiona, hasta dónde han llevado tus calaveradas a tu familia infeliz: ¡a humillarse a los Esteven! ¡a solicitar, de rodillas, su favor para salvarte! porque, no lo dudes: el medio supremo, a que se refería tiíta Silda, y que ella misma no consideraba infalible la desgraciada, era ése: recurrir al odiado pariente... ¡ah! ¡qué corazón tan grande el de tiíta! y por lo que dice Agapo, el recurso ha fracasado, y a los Vargas han dado los Esteven una vez más con la punta de la bota... ¿ves? te imaginas... no es posible, pues no eres dueño de tu razón... pero, si pudieras imaginar cómo están en tu casa esos viejos que has deshonrado, y que llamas queridos, falsamente, mentirosamente, porque si verdad fuera, no habrías hecho lo que has hecho; y dudando todavía, vacilando cobardemente; no te hagas ilusiones; en tu casa no puedes presentarte ya, y ahora menos que antes, ahora que sabes toda la extensión de tu falta; los umbrales aquellos no puedes pasarlos sino muerto, en expiación... ¡Estás creyendo que bastaría con echarte a los pies de tu padre! ¿y tendrías valor? ¿no comprendes que si no te rechazaba, sería por compasión y por lástima? ¡convéncete! no eres un segundo Agapo en la familia; eres un Quilito, y este nombre está por debajo del otro... ¡vete, huye, y cumple con tu deber!