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Actualizado: 16 de junio de 2025
Tal vez la persuasión en que estaba yo de que no había remedio, de que Luis iba a catequizar a los chinos, a los indios y a los negritos de Monicongo, me decidió a casarme para dilatar mi sucesión. Naturalmente puse mis ojos en Pepita Jiménez, que no es de la piel de Barrabás como imaginas, sino una criatura remonísima, más bendita que los cielos y más apasionada que coqueta.
Así, conservaban casi toda su confianza, cuando un día y mientras jugaban como dos niños, corriendo alrededor de la mesa de billar por haberse empeñado Amaury en quitarle una flor a Magdalena, se abrió de pronto la puerta y entró el doctor, el cual se encaró con ellos y en tono áspero exclamó: ¿Qué niñerías son éstas? ¿Piensas tener aún doce años, Magdalena? ¿Crees no haber pasado de los quince, Amaury? ¿Te imaginas que corres todavía por el parque del castillo de Leoville? ¿A qué viene ese empeño en arrebatarle a Magdalena una flor que te niega con sobrada razón?
Su amiga se conformaba con sonreír o mirarla de soslayo, distraída, porque aquel mutismo de Charito, sin preocuparla, le permitía abandonarse a la encantada dulzura de sus propios pensamientos. Al fin Charito no pudo contenerse: ¿Ves lo que gano por ser contigo demasiado buena? Le han traído el cuento a mamá de que yo me doy cita con muchachos en el Museo. ¿Te imaginas? Todo un lío por causa tuya.
Ya sé que tú me imaginas insensible o algo así como si me faltara humanidad. Y volvió a hundirse en el sillón. Sí, continuó, son muy extrañas las mujeres de nuestro país... Fue precisamente en casa de las Aliaga que conocí, hace algún tiempo, a esa amiga de Charito González. Me pareció en seguida que pertenecía al tipo de las mujeres fantásticas.
Aseguro, no obstante, por mi honor, que nada tiene de lo que tú imaginas. Si me quieres tú un poco, y si me respetas, te suplico, y si crees que puedo mandarte, te mando que apartes de tí ese pensamiento.
Sí. Hable, pues: ya le escucho. ¿Te imaginas, hijo mío, que no he comprendido que tratabas de matarte... esta noche... ahora mismo? Amaury se sintió estremecer de pies a cabeza y dirigió instintivamente los ojos al cajón donde estaban las pistolas. Si, querías matarte continuó el doctor, y guardas el instrumento de muerte, las pistolas, el puñal o el veneno, ahí mismo, en ese cajón.
Le hizo mamá comprender que era una locura, un pecado... Pero después... después... cuando supo el suicidio de tu papá, ella murió a los pocos meses... ¡Pobrecita mamá! ¡Pobrecita mamá! Por favor, Carmen, no les digas que te he preguntado. ¡Cómo te imaginas! Y nunca más hablaron de ello. Aquella noche, antes de acostarse, Adriana apagó la luz en su habitación y se dirigió a la sala.
Esas son las dos únicas cosas que no admiten demora. ¿Has de pagar hoy? ¿Has de batirte mañana? En cualquiera de esos casos dispón en el acto de mi bolsa y de mi persona. Nada hay de lo que imaginas respondió Felipe. Venía a hablarte de un asunto bastante más importante, pero no de tanta urgencia.
El sol abrasador de Tunez marchitaba tu juventud en los aduares: caiste en poder de los enemigos de tu tribu, fuiste vendida como esclava, y ahora disfrutas las delicias del harem y el cariño de tu dueño. ¡Ay mi sol de Africa! ¡Ay mi libertad! ¿Te imaginas por ventura que una esclava no es una muger?
¡De todos modos, D. Facundo!... Sí, sí, te concedo que esa mujer obra mal; pero bien examinadas y bien pesadas todas las circunstancias, no es tan perversa, de seguro, como tú te imaginas. Miguel guardó silencio y se puso a meditar sobre las palabras de Hojeda, mientras caminaban emparejados hacia el centro de la villa.
Palabra del Dia
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