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A la mujer del maldito blasfemo la compadecían en toda la casa. No lo crean ustedes decía riendo la pobre mujer ; no sufro nada de él. ¡Criatura más buena! Tiene su geniecillo, pero ¡ay hija! Dios nos libre del agua mansa... Es de oro; alguna copita para tomar fuerzas, pero nada de ser como otros, que se pasan el día como estacas frente al mostrador de la taberna.

Con su pan se lo coma, y cada palo aguante su vela. Pero yo quiero que usted tenga conduta y no pase malos ratos, ni se vea, como hasta ahora, entre las uñas de los usureros. ¡Ay, si cuanto dices es la pura razón! que sabes, que vales, Juliana. Cierto que tienes el geniecillo un poco fuerte; pero ¿quién no ha de alabártelo, si con ese ten con ten has domado a mi Antonio?

Confieso que soy un poco bruta y testaruda, ¡pero no siempre, hijo, no siempre!... Además, no me sienta mal este geniecillo agrio, ¿verdá ? La hermosa odalisca se había sentado sobre las rodillas del duque y le daba fuertes palmadas con entrambas manos en sus carrillos de trompetero recién rasurados. Vestía una bata de color azul oscuro con adornos más claros, que le sentaba admirablemente.

Aquí no debemos estar; nos pueden ver. Ven conmigo dijo Venturita tomándole de la mano y conduciéndole al través de los pasillos hasta el comedor. Gonzalo se sentó en una silla sin soltar la mano. Creí que no te volvía a ver hoy. ¡Qué geniecillo tienes, chica! le dijo sonriendo. El semblante de Venturita se obscureció. Si no me lo irritasen a cada instante, no lo tendría.

Había nacido para más nobles y menos provechosos cuidados; bien claro se lo decía su demonio interior, el Inteleto: «Belarmino, vamos a discurrir cosas nunca oídasSu deber era abandonarlo todo, vivir de limosna, sufrir penalidades, dormir bajo los porches, alimentarse de hierbas, con tal de seguir la voz del Inteleto y dar con aquellas cosas nunca oídas que el geniecillo interior le prometía.

Es un ángel... un verdadero ángel. Debías ver cómo me cuida, de qué cariño me rodea. Conserva su geniecillo dominador; pero no es más que deseo de aislarme, de tenerme siempre cerca de sus faldas. Soy otro hombre, Luis. Esta tranquilidad no tiene precio. Estoy como el que descansa después de una marcha forzada; no me atrevo á moverme.

Mas como todo está compensado en la vida, la amargura ocasionada por aquellas ideas del hijo tenía contrapeso y hasta recompensa en lo que prometía el nieto. Siete años acababa de cumplir Pepito y por sus tendencias dominadoras, por su carácter resuelto y su geniecillo voluntarioso indicaba que había de parecerse, no a su padre, sino a su abuelo.

Hízose el silencio aún más embarazoso y el geniecillo maléfico de la hilaridad comenzó a revolotear en torno de los comensales, como si a todos ocurriese que las plumas arrancadas a Jacobo salían del pellejo de Villamelón.

Sácame de aquí, amigo, así te Dios todos los reinos de la tierra y del mar; sácame ó me muero en esta podredumbreEl geniecillo la levantó con rapidez á grandísima altura, y allá arriba se ahuecó toda, llena de contento, para purificarse y orear su cuerpo. Apartó la vista del palacio y de la ciudad, y ambos siguieron luego su camino sin saber a dónde iban.

Por temporadas se pasaba días y noches llorando, sin que pudiera averiguarse la causa de su duelo; otras veces se salía con un geniecillo displicente y quisquilloso que era el mayor suplicio de las dos mujeres.