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La salsa picante de los franceses significa una cosa algo peor que el soñado puñal de la soñada Manola de Madrid; algo peor que la soñada mata y el soñado facineroso, de que nos habla el brillante y reluciente Alejandro Dumas; algo peor que las soñadas jícaras como dedales, en que toman el chocolate los españoles; peor tambien que la soñada señorita española, que como dice el mismo novelista, exclamaba cándida y apasionadamente: ¡mi amado toro!

En esto se presentaron inesperadamente unos piratas españoles, mandados por un tal Bernardino Talavera, audaz facineroso. Montaban en un buque que habían robado a un mercader genovés y se ofrecían para vender víveres a los sitiados. Ojeda, convaleciente de su herida, se embarcó con ellos para solicitar auxilios del gobernador de Santo Domingo.

Figúrese usted refirió el médico que Barbacana tiene a sus órdenes otro facineroso, un paisano de Castrodorna, conocido por el Tuerto, que va y viene a Portugal a salto de mata, porque una noche cosió a puñaladas a su mujer y al amante.... Hace poco parece que le echó mano la justicia, pero Barbacana se empeñó en librarlo, y tanto sudaron él y los curas, que el hombre salió bajo fianza, y se pasea por ahí.... De modo que, a pesar de los pesares, nos tiene usted como siempre, mandados por el infame Barbacana.

En las ganancias del juego, ha dicho uno, hay siempre algo parecido al robo, porque con razón puede decirse que se toma lo ajeno contra la voluntad de su dueño; y si bien es cierto que se gana este dinero ajeno exponiendo el propio, también lo es que los ladrones en cuadrilla exponen sus vidas en las encrucijadas de los caminos, y la vida, aunque sea de un facineroso, vale más que el dinero.

La bala le había penetrado por los riñones. El excusador, dominando su espanto, se apresuró a prestarle los auxilios espirituales. Sólo tardó tres horas en expirar. El suceso se comentó mucho y de muy diverso modo en el pueblo. Algunos aprobaban la conducta del cura. Estaba en su derecho defendiéndose de un facineroso que Dios sabe lo que haría con él después de robarle.

Abrió un libro devoto y lo volvió á cerrar sin haber leído cuatro renglones: empezó una carta, y apenas hubo puesto delante de el papel y mojado la pluma en el ancho canjilón de loza que le servía de tintero, desistió de su idea y comenzó á recorrer la celda agitado y nervioso, como tigre enjaulado. Mala cara tenía entonces: más bien qué superior de una orden monástica, parecía un facineroso.

Llegamos á San Luis, y renace nuevamente la calma; en San Luis está Mendieta con su columna, y también está Capmany, el héroe de Yarayabo, irreprochablemente vestido de facineroso. ¡Por fin! ¡¡Santiago!! La bella Santiago, como la bella Habana, no ha perdido su aspecto normal.

Encargado de exhortar y fortalecer a los reos, lo había visto todo de cerca, y se hacía lenguas de los miles y miles de espectadores que acudieron de los diversos pueblos de la isla para presenciar la fiesta, de las misas solemnes con asistencia de treinta y ocho reos destinados a la quema, del lujoso atavío de caballeros y alguaciles, jinetes en briosos corceles al frente de la procesión, y de «la piedad del gentío, que prorrumpía otras veces en gritos de lástima cuando llevaban a la horca a un facineroso, y permanecía mudo ante estos réprobos olvidados del Señor...» En aquel día se mostró, según el docto jesuita, el temple de alma de los que creen en Dios y de los que le desconocen.

No tienes idea de cómo trabaja Ricardo. Se levanta al alba; aún relucen las estrellas. Muchos días no vuelve hasta la noche; almuerza en cualquier puesto para no perder tiempo. Llega cubierto de polvo, otras veces de barro, sucio de sarnífugos, de bañar ovejas, hecho un gauchote, un facineroso. En tal facha, por embromarme, abre los brazos y se viene hacia .