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Entonces, con todo su cuerpo estirado, bosteza y se alarga, fatigoso, aburrido, insolentemente... ¡Pues bien, ! No lo niego, soy un mal cazador. La espera, para , es la tarde al caer, la luz que desaparece y se refugia en el agua, los estanques que relucen, abrillantando hasta el tono de plata fina el tinte gris del cielo ensombrecido.

En la cumbre del Zenete, que está mirando á la Alhambra y á las dos torres Bermejas, y á la Vega, que se ensancha al Poniente, con sus rios, que, como cintas de plata, relucen entre la bruma de la noche solitaria por la luna esclarecida, se eleva la torre blanca, con sus bellos azulejos y sus ricas ajaracas, de la famosa mezquita donde el sepulcro se guarda en que el cuerpo se venera del santon Sydi Ben-Dara.

Cuidadosamente colocados en una vitrina, todo limpio, todo de plata, relucen una imagen de la Virgen aragonesa, un servicio de afeitar con su palangana de collete, su jarro, su bola para jabón , seis macerinas y una bandeja cuadrada. «Todo esto declara una cartela le tocó a doña Eulalia Verdú y Brotóns en la rifa que se ejecutó en Zaragoza a beneficio del Santo Hospital Real y general de Nuestra Señora de Gracia el día 7 de Noviembre de 1830

Don Félix se queda solo en el teatro, y viene un criado á anunciarle que Lisardo está peleando con los alguaciles; y, cuando Don Félix se propone salir volando á su socorro, aparece Doña Clara pidiéndole protección contra su hermano, que intenta matarla por su entrevista nocturna con Lisardo; vacila entre socorrer á su amigo ó á su dama, cuando se presenta Don Antonio, y se empeña en levantar el velo de Doña Clara; Don Félix no lo consiente, porque así se lo manda su deber de caballero, y relucen de nuevo las espadas; pero entonces oye, desde la casa de Don Iñigo, las voces de socorro de Laura, á quien su padre, furioso, amenaza con un puñal, y acude á ella corriendo, no sin decir antes lo que sigue: Bien que mi obligación Es valeros, bella Clara, Porque de os amparásteis; Bien que en esta demanda, Mi obligación, Don Antonio, Es no volveros la espalda; Bien , Lisardo, que sois Mi amigo, y que os hago falta; Mas mi amigo, mi enemigo, Y la dama que se ampara De , todos me perdonen.

No tienes idea de cómo trabaja Ricardo. Se levanta al alba; aún relucen las estrellas. Muchos días no vuelve hasta la noche; almuerza en cualquier puesto para no perder tiempo. Llega cubierto de polvo, otras veces de barro, sucio de sarnífugos, de bañar ovejas, hecho un gauchote, un facineroso. En tal facha, por embromarme, abre los brazos y se viene hacia .

De uno y otro lado del Istmo hay una selva de mástiles; los buques, apiñados, se estrechan, se chocan; sus tripulaciones venidas de los cuatro ángulos del mundo, se miran con antagonismo en el primer momento, las cuchillas de a bordo relucen con frecuencia y por fin se amalgaman en la baja e inmunda vida colectiva.

Sobre algunos ahumados y dentados ladrillos, descansa un tosco cañón de hierro de gran calibre. Su. ánima está destrozada, el herrumbre cubre su áspera superficie, y en su desportillada boca relucen en las horas de sol los ojillos de los verdes lagartos, que buscan la vida, en la que fué recámara de la muerte.

Por poco que sepa leer en él, ya no habrá medio de hacer tomar a ustedes una X por una V. Hay corazones que están abandonados, pero se adivinan lingotes de oro debajo del barro; otros son brillantes... corazones bien nutridos, por decirlo así, de arsénico... Relucen, centellean de lejos como de cerca; al verlos, no se puede menos de exclamar: «¡Rayos y truenos!...» y no son más que oropel.

Los techos y las paredes de los elegantes chalets relucen como si los limpiaran cada mañana.