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Tampoco los tiene Salvatierra, ¡y para que seáis más revolucionarios que él!... El nombre de Salvatierra pareció detener en lo alto las pesadas cuchillas. Dejad al muchacho dijo a espaldas de ellos la voz de Juanón. Yo le conozco y respondo de él. Es el amigo del compañero Fernando; es de la idea. Aquellos bárbaros abandonaron a Fermín Montenegro con cierta pena, viendo malogrado su placer.

Echado sobre el parapeto, se entretuvo también en la muda contemplación del río soberbio, de los botes que se balanceaban, de las toscas verdinegras que las aguas iban cubriendo poco a poco; de los pilluelos, desnudos de pie y pierna, que jugaban en la orilla con barquichuelos de papel... En cuchillas sobre la roca, con una larga caña guiaban la frágil armazón que, deslizábase como barco de verdad, hasta tanto el agua no comía su mal blindado casco; así, hacían regatas inverosímiles, distinguiéndose los botes rivales por medio de banderitas de color, enastadas en canutos de paja... En el jardín, correteaban los niños, haciendo de caballitos briosos, duros de boca, dando corcovos y coces... Quilito siguió andando, lastimado de ver reír a todos, y que la decoración de aquella tarde de invierno no estuviera en armonía, con las tristezas de su alma, ¿por qué no se nublaba el cielo? ¿por qué no se escondía el sol? ¿por qué las gentes no cantaban en coro la oración de agonizantes, si él iba a morir?

El orgullo y el terrorismo, los dos grandes móviles de su elevación, lo llevan maniatado a la sangrienta catástrofe que debe terminar su vida. Tiene a menos evitar el peligro y cuenta con el terror de su nombre para hacer caer las cuchillas levantadas sobre su cabeza. Esta explicación me la daba a mismo antes de saber que sus propias palabras la habían hecho inútil.

Luego viene la agujereadora, que es una máquina con uno como mortero que baja y sube, como la encía de arriba cuando se come; y el mortero tiene muchas cuchillas en figura de martillo de cabeza larga y estrecha, o de una espumadera de mango fino y cabeza redonda, y cuando baja el mortero todas las cuchillas cortan la lámina a la vez, y dejan la lámina agujereada, y el metal de cada agujero cae a un cesto debajo: y ése es la cuchara, ése es el tenedor.

Y saltan lanzas hechas astillas, relumbran rojas cien mil cuchillas, todos revueltos, todos trabados, los capitanes y los soldados, y los jinetes, y los pendones, y las banderas, y los pendones entran y salen, rugen, batallan, cristiano y moro do quier se hallan, y de la sierra por las vertientes, la sangre corre corre á torrentes.

Ayela, de horror transida, que en la voz jóven, sonora, á Ataide escuchado habia, sus fuerzas cobrando todas, por un milagro de amor, cual revive luminosa y brilla por un momento una luz que á su fin toca, ansiosa, rápida, ardiente, corrió, llegó, y animosa entre las fieras cuchillas se arrojó, sublime, heroica, para defender la vida del que era su sangre propia.

Finalmente, esta poblacion, la mas industriosa de la provincia, sabe sacar partido de todo para sus curiosos trabajos, sin servirse muchas veces de otras herramientas que sus cuchillas, lo que no hace sino duplicar el mérito: allí se utilizan las calabazas, transformándolas en jarras ó vasijas pintadas, que tienen una apariencia tan hermosa como las de China; los cocos, convirtiéndolos en cajitas torneadas; y otros muchos materiales, como las astas, los huesos, los dientes del caiman, etc., en pequeños objetos de lujo y de provecho.

En esos pueblos viejos se puede ver cómo fue adelantando el hombre, porque después de las capas de la edad de piedra, donde todo lo que se encuentra es de pedernal, vienen las otras capas de la edad de bronce, con muchas cosas hechas de la mezcla del cobre y estaño, y luego vienen las capas de arriba, las de los últimos tiempos, que llaman la edad de hierro, cuando el hombre aprendió que el hierro se ablandaba al fuego fuerte, y que con el hierro blando podía hacer martillos para romper la roca, y lanzas para pelear, y picos y cuchillas para trabajar la tierra: entonces es cuando ya se ven casas de piedra y de madera, con patios y cuartos, imitando siempre los casucos de rocas puestas unas sobre otras sin mezcla ninguna, o las tiendas de pieles de sus desiertos y llanos: lo que se ve es que desde que vino al mundo le gustó al hombre copiar en dibujo las cosas que veía, porque hasta las cavernas más oscuras donde habitaron las familias salvajes están llenas de figuras talladas o pintadas en la roca, y por los montes y las orillas de los ríos se ven manos, y signos raros, y pinturas de animales, que ya estaban allí desde hacía muchos siglos cuando vinieron a vivir en el país los pueblos de ahora.

Fuera de que la tierra no había sido nunca bien rastreada, las cuchillas no tenían filo, y con el paso rápido de las mulas, la carpidora saltaba. Volvió con ésta y afiló sus rejas; pero un tornillo en que ya al comprar la máquina había notado una falla, se rompió al armarla. Mandó un peón al obraje próximo, recomendándole el caballo, un buen animal, pero asoleado.

Y sin esperar bendición, sacan los caballeros de la tabla redonda sus cuchillas ó gañavetes de diversas hechuras, que algunos se hicieron para matar puercos, otros para desollar borregos, otros para cortar bolsas; y cogen entre manos los pobres huesos y así los van desforneciendo de sus nervios y cuerdas, como si toda su vida hubiesen andado á la práctica de la anatomía en Guadalupe ó en Valencia, y en un credo los dejan más tersos y limpios que el marfil.