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El P. Zea era entonces todo para todos, sirviéndoles no solamente de enfermero, sino de cocinero, aunque sin experiencia en tales oficios; mas la caridad, que es maestra muy ingeniosa, le enseñó estos y otros oficios para servir á sus hermanos.

El enfermero lo salió acompañando, y lo acompañó hasta la misma esquina de la iglesia: Cañete volvió varias veces la cabeza mientras atravesaba el atrio y allí estaba el pobre italiano mirándolo y poniendo una cara como de quien no puede aguantar el llanto.

No sólo rodeará a su esposa de todos los cuidados que su estado requiere, si no que es hombre para constituirse en enfermero de ella y velarla noche y día. Le garantizo a usted que tomará el matrimonio en serio, como todos los deberes de la vida. Es español e incapaz de jugar con los Sacramentos; tiene un culto por su madre y una ternura apasionada por su hijo.

Mientras duró el temor de la gravedad, el amante esposo no pensó más que en la enferma y cumplió como bueno; si era a veces importuno, descuidado, o poco hábil, era sin conciencia. Después empezó a aburrirse, a echar de menos la vida ordinaria, y exageraba al decir las horas que pasaba en vela. Para resistir mejor su cruz, decidió tomarle afición al oficio de enfermero y lo consiguió: llegó a ser para él tan divertido como hacer pórticos ojivales de marquetería, el preparar menjurjes y pintarle el cuerpo a su mujer con yodo; soplar y limpiar caldos y consultar el reloj para contar los minutos y hasta los segundos; operación en que llegó a poner una exactitud que impacientaba a Petra y a Servanda. Esperaba con afán la visita del médico, primero para hacerse decir veinte veces que Ana iba mejor, mucho mejor, y además, para gozar con la conversación alegre, ajena a todas las enfermedades del mundo, que seguía a la parte facultativa de la visita. El sustituto de Somoza no era hablador, pero se divertía oyendo a Quintanar, y este llegó a profesar gran cariño a Benítez, que así se llamaba. El contraste de los cuidados vulgares, insignificantes; de la alcoba estrecha y llena de una atmósfera pesada; de la vida monótona de casa, con los grandes intereses de la Europa, la guerra de Rusia, el aire libre, la última zarzuela, encantaba a don Víctor, que llevaba la conversación a cosas frescas, grandes y de muchos accidentes. También le gustaba discutir con Benítez y sondearle, como él decía. Uno de los problemas que más preocupaban al amo de la casa, era el de la pluralidad de los mundos habitados.

Llevar los calzones rotos y predicar al vecino para que le cosan las roturas de los suyos antes que vayan a más, es de todos los días. Tiene la mujer tullida, y la deja desamparada muy a menudo por asistir a un enfermo extraño... y por cierto que es un enfermero admirable.

Ni padre, ni tía se mostraban muy dispuestos a venir a encargarse de Pilar, y auguraba el contratiempo de tener que quedarse de enfermero.... Su mente, fecunda en tretas, le sugirió mil para embelesar a Miranda, en aquella ciudad mágica que ya de suyo emboba a cuantos la pisan.

Eso no es fácil en París. Hablaré al mayordomo de mi amigo Sanglié. ¿Quiere usted que yo, por mi parte, le ayude también? Si le Tas tiene algún protegido que establecer, le tomaré de muy buena gana. Pero tenga usted en cuenta que lo que necesitamos es un hombre de confianza, un enfermero. Le Tas debe tener enfermeros; tiene de todo. Le Tas era la doncella de la señora Chermidy.

Oiga usted; le abandono el libre dominio de todos los bienes que usted posee. Viva, sea dichosa y rica; haga la felicidad de su familia, cuide de sus padres en sus últimos días, pero déjeme a don Diego. Nada es para usted todavía, según usted mismo me ha confesado. No ha sido su esposo, ha sido su médico, su enfermero, el ayudante del doctor Le Bris. Es todo para , señora, puesto que le amo.

Era este hermano enfermero en la Casa Profesa de Roma, cuando llegando á aquella corte el P. Ignacio de Frías, procurador general de esta provincia, obtuvo licencia de nuestro Padre general Tirso González para venir por su compañero y pasar á las Misiones de los Guaranís, de donde fué á ejercitar el mismo oficio de enfermero á este colegio de Córdoba, y de aquí fué á las Misiones de los Chiquitos, á que siempre tuvo grande afecto y con su celo é industria procuró los progresos de ellas, hasta perder la vida en la demanda.

Aparte de Juan, no toleraba en su cuarto más que a su mujer y a su hija, y no quería ser cuidado y servido sino por ellas. Como enfermero, Jaime no servía; su padre no podía tolerar la torpeza de sus movimientos. El joven era naturalmente brusco, y a pesar de su buen deseo, se adaptaba poco a las circunstancias: los muebles, las porcelanas, los vasos temblaban a su aproximación.