United States or Guinea-Bissau ? Vote for the TOP Country of the Week !


Y así, prosiguiendo su historia, dice que, así como don Quijote se emboscó en la floresta, encinar o selva junto al gran Toboso, mandó a Sancho volver a la ciudad, y que no volviese a su presencia sin haber primero hablado de su parte a su señora, pidiéndola fuese servida de dejarse ver de su cautivo caballero, y se dignase de echarle su bendición, para que pudiese esperar por ella felicísimos sucesos de todos sus acometimientos y dificultosas empresas.

En efecto; el tiroteo empezaba por ambos lados a la vez, hacia la meseta de «El Encinar» y las alturas de Kilberi. Entonces los dos jefes se abrazaron, y cuando marchaban a tientas en medio de la profunda noche tratando de llegar al borde de la peña, oyose la voz de Materne que les gritaba: ¡Tened cuidado, que ahí está el precipicio! Detuviéronse, mirando a sus pies, pero no vieron nada.

El viejo péndulo dio las nueve, y cuando Hullin reanudaba su tarea, se abrió la puerta y apareció en el umbral Catalina Lefèvre, la labradora de «El Encinar», con gran asombro del almadreñero, porque no era frecuente que dicha mujer viniese a semejantes horas.

De vez en cuando avanzaba hasta los bordes de la peña, y con las mandíbulas apretadas y los ojos centelleantes, miraba a Yégof sentado delante de una gran hoguera en la meseta de «El Encinar», en medio de una pandilla de cosacos. Desde la llegada de los alemanes al valle de Charmes el loco no había abandonado aquel puesto; parecía que estaba contemplando desde allí la agonía de sus víctimas.

Y el buen hombre veía los hermosos ojos de su hija llenos de terror; sentía los brazos de Luisa que le rodeaban el cuello. Al pasar frente a la granja de «El Encinar» entró para decir a Catalina Lefèvre que todo marchaba bien y que los campesinos sólo esperaban la señal. Un cuarto de hora después, el señor Juan Claudio desembocaba por el sendero de los acebos frente a su casita.

Los reunidos salieron de la cabaña, y Hullin, en presencia de todo el mundo, nombró a Labarbe, a Jerónimo y a Piorette, jefes de los puertos; luego ordenó a los naturales de las orillas del Sarre que se congregasen lo más pronto posible cerca de la finca de «El Encinar» llevando hachas, picos y fusiles. Saldremos a las dos les dijo Juan Claudio , y acamparemos en el Donon, enmedio del camino.

Frente a la peña, Piorette, dueño de «El Encinar», levantaba barricadas con troncos de árboles en la pendiente de Charmes. Con la pipa en la boca, con el sombrero metido hasta las orejas y la carabina en bandolera, iba y venía de uno a otro lado. Brillaban a la luz del Sol naciente las hachas azuladas de los leñadores.

Mientras Hullin se enteraba del desastre de nuestros ejércitos y mientras se dirigía lentamente, cabizbajo y preocupado, hacia la aldea de Charmes, todo seguía su marcha acostumbrada en la granja de «El Encinar». Nadie pensaba ya en el extraño relato de Yégof, nadie se cuidaba de la guerra; el viejo Duchêne llevaba los bueyes al abrevadero; el pastor Robin removía la cama del ganado, y Anita y Juana desnataban las ollas de leche cuajada.

Hullin, Materne y sus hijos iban algunos pasos más atrás, con la carabina al hombro, y de este modo subieron la ladera y se dirigieron hacia la granja de «El Encinar».

El sendero de las colinas de San Quirino es el más corto dijo Frantz para ir al «Encinar»; por lo menos, adelantaremos tres cuartos de hora. exclamó el doctor , pero nos exponemos a ser detenidos por los kaiserlicks, que han tomado ya el desfiladero del Sarre. Mirad, son dueños de las alturas; sin duda han enviado destacamentos hacia el Sarre-Rojo para rodear el Donon.