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Cabellera flotante, cual selva enmarañada, que exhala dulcemente aromas de querer; ensoñación, delirio del alma, enamorada de las carnes y besos de la amada mujer. Piés finos, diminutos, de rosáceos talones y senos que se exaltan con ferviente ansiedad; ánforas virginales con vino de ilusiones que emborracha las almas de voluptuosidad.

No qué hechizo arcano tiene la literatura teatral, que así atrae y emborracha á los hombres; pero es lo cierto que ninguno de ellos, amén de vivir el severo drama de su propia vida, ha dejado de llevar consigo la ilusión de componer un drama, ó por lo menos una comedia de costumbres. Todos, médicos, abogados, oficiales de peluquero... conocieron la golosa tentación.

Pero seguía llenándose el vaso entre bocado y bocado, paladeando el néctar frío y envidiando a los ricos que podían permitirse diariamente este placer de dioses. María de la Luz bebía tanto como su padre. Apenas vaciaba su copa, se apresuraba el señorito a llenarla. No eches más, Luis suplicaba. Mira que me voy a emborrachá. Esta bebía es traidora.

Vean ustedes el obrero de otros países: trabaja más que el de esta tierra y guarda un capitalito para la vejez. ¡Pero aquí!... aquí el bracero, de joven, no piensa más que en coger descuidada a alguna muchacha detrás de un pajar o en la gañanía durante el sueño; y de viejo, apenas tiene reunidos algunos céntimos, los emplea en vino y se emborracha.

Se queda con el chico y le emborracha. Le mando otro, y lo mismo. ¡Ha habido veces en que se han reunido los cinco niños en la taberna! «¡No falta ahora más que la cocineradice el sinvergüenza... porque es así como me llama. Paca no pudo reprimir una carcajada.

Gualtero y Roger tomaron asiento entre Reno y Simón, sin que su llegada acallara por un momento el bullicio. ¡Cerveza ó vino, camaradas! gritó Simón. Que elija cada cual y no me vengáis con arrumacos, porque la mezcla emborracha y ha de ser una cosa ú otra. Aquí está tu cubilete, Rubén, rebosando vino generoso. ¿Sabéis la noticia, barbilindos? No. ¿Qué es ello? dijeron ambos escuderos.

Por , todo: por la gloria de tu esencia, por tus hojas que alcatifan nuestra ruta, por tu sombra, donde es buena la existencia y pensamos que no es todo fuerza bruta. Danos siempre con tu olor de primavera un anhelo de ser libres como el viento, que sacude tu fragante cabellera y emborracha nuestra vida con su aliento.

Cada uno, por el aquel de no sufrir, se emborracha con lo que puede: esta con el aguardentazo, otros con otra cosa. Yo también las cojo; pero no así: las mías son de cosa de más adentro... Ya te contaré, ya te contaré».

¡Quiá!... respondió el boticario, echando la cabeza a un lado y casi cerrando los ojos al recargar el acento de la palabra y de la sonrisa ; esa afición es la de los ratos perdidos... vamos, la última de todas. Otra muy distinta es la que materialmente le cautiva y le trae a mal traer... a mal traer, , señor, ¡caray! ¡Es mucho cuento lo que le emborracha! La caza, ¿eh?

No es ese placer moderado, decente, de alas doradas y azules, que se parece a una joven tímida y dulce; ese placer delicado que gusta de sacudir su cabeza fresca y rubia ante los mil espejos de un boudoir, o de desflorar con sus labios rosados una copa llena de un licor helado; ese sibarita, en fin, que no quiere a su alrededor más que flores, perfumes y pedrería, mujeres jóvenes y amables, música melodiosa y vinos exquisitos. ¡No, pardiez! se trata de ese otro placer robusto y bestial, de ojo de sátiro, de risa de demonio, que llena las tabernas y los bodegones, que bebe y se emborracha, muerde y desgarra, golpea y mata y después rueda y se retuerce entre los restos de una comida grosera, lanzando una carcajada que parece el aullido de un chacal.