United States or Myanmar ? Vote for the TOP Country of the Week !
Ah, ya me parecía... Y recogiendo hacia ella un silloncito romano, se sentó cruzada de piernas, el busto tendido adelante, con la cara sostenida en la mano. Sigan; ya escucho. Contaba a Durán dijo Ayestarain, que casos como el que le ha pasado a Vd. en su enfermedad, son raros, pero hay algunos. Un autor inglés, no recuerdo cual, cita uno. Solamente que es más feliz que el suyo.
El maligno tipo sabe más de lo que parece, y acaso, acaso... Pero vuelvo a lo de idiota, que es lo más seguro. ¿Feliz?... insistí sin embargo ¿Por el amor estrafalario que Vd. ha inventado con su meningitis? Ayestarain tornó a mirarme fijamente, pero esta vez creí notar un vago, vaguísimo dejo de amargura.
Las proyecciones sicológicas del delirio, por decirlo así, se erigieron y giraron desde la primera noche alrededor de un solo asunto, uno solo, pero que absorbe su vida entera. Es una obsesión prosiguió Ayestarain, una sencilla obsesión a 42°. Tiene constantemente fijos los ojos en la puerta, pero no llama a nadie.
Pero los sueños de amor, aunque sean de dos horas y a 40°, se pagan en el día, y mucho me temo que si hay una persona en el mundo a la cual esté expuesto a amar a plena luz, ella no sea mi vano amor nocturno... Amo, pues, una sombra, y pienso con angustia en el día en que Ayestarain considere a su enferma fuera de peligro, y no precise más de mí.
Sin su bienaventurada persona dicho sea de paso y el amor de marras, no sé en qué hubiera acabado aquello... ¿Qué dice Vd.? Digo le he respondido que casi estoy tentado de declinar el honor que me hacen los Funes, admitiéndome a su mesa... Ayestarain se echó a reir. ¡No embrome!... Le repito que no sabían dónde tenían la cabeza... Pero para opio, y morfina, y calmante de mademoiselle, sí, eh?
Tomo, pues, una determinación, que haré conocer al primero de esa bendita casa que llegue a mi puerta. Sí, es claro. Como lo esperaba, Ayestarain estuvo este mediodía a verme. No pude menos que preguntarle por la enferma, y su meningitis. ¿Meningitis? me dijo ¡Sabe Dios lo que es! Al principio parecía, y anoche también... Hoy ya no tenemos idea de lo que será.
Algo, no obstante, de ese anhelo debió percibir en mis ojos, porque se levantó riendo: Los dejo para que hagan las paces. ¡Maldito bicho! murmuré, ya tranquilo cuando se alejó. ¿Por qué? ¿Qué le ha hecho? Dígame, María Elvira exclamé ¿le ha hecho el amor a Vd. alguna vez? ¿Quién, Ayestarain? Sí, él. Me miró titubeando al principio. Luego, plenamente en los ojos, seria: Sí me contestó.
Crueldad ésta que apreciarán en toda su cálida simpatía, los hombres que están enamorados de una sombra o no. Ayestarain acaba de salir. Me ha dicho que la enferma sigue mejor, y que mucho se equivoca, o me veré uno de estos días libre de la presencia de María Elvira. Sí, compañero me dice. Libre de veladas ridículas, de amores cerebrales, y ceños fruncidos... ¿Se acuerda?
Si por bendición de Dios, la fiebre, fiebre de 40, 80, 120°, cualquier fiebre, cayera esta noche sobre su cabeza... Y aquí está: esta sola línea del bendito Ayestarain: Delirio de nuevo. Venga en seguida. Todo lo antedicho es suficiente para enloquecer bien que mal a un hombre discreto. Véase esto ahora: Cuando entré anoche, María Elvira me tendió su brazo como la primera vez.
Por lo demás, se alternaban con su hija para ir a ver a la enferma. Esta había tenido un buen día, tan bueno que por primera vez después de quince días no hubo esa noche subida seria de fiebre, y aunque me quedé hasta la una por pedido de Ayestarain, tuve que volverme a casa sin haberla visto un instante. ¿Se comprende esto? ¡No verla en todo el día! ¡Ah!
Palabra del Dia
Otros Mirando