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Silencio sepulcral reinaba en la casa. "Sin duda don Elías duerme arriba" pensó, y siguió andando hasta acercarse á la puerta del cuarto donde Clara debía estar. "Para que no se asuste" pensó Lázaro, trémulo de emoción, como quien va á cometer un crimen, lo mejor será acercarme á la puerta y llamarla muy quedito. "Así no se asustará."

Porque mi obra, amigo Maltrana, va a ser socialista; no se asuste usted: socialista del verdadero socialismo, del práctico, del que puede ser, del que defendemos los espíritus sanos, uniendo las exigencias de la época con las santas tradiciones y los intereses creados.

No se asuste usted; no es el de la Creación: un enigma más modesto, el de la venida de mi mujer a Peñascosa hace unos meses... Entérese usted de esa carta. El joven presbítero tomó de las manos del mayorazgo la que le presentaba y se puso a leer: *

No os asuste la cara de mi compañero, que como dijo Horacio, foenum habet in cornu; pero es más inofensivo de lo que parece. No rebuznes tan fuerte, Colás, repuso el otro, que era enteco y alto. Si á citar vamos á Horacio, recuerda aquello de loquaces si sapiat... ó como diríamos en buen inglés, huye de los charlatanes como de la peste.

He venido yo en persona para tranquilizarle... No se apure usted, pues, que la detención no tiene importancia, y véngase conmigo. De este modo y a esta hora nadie se enterará. ¿Una denuncia?... ¿De qué me acusan? Al parecer es el asunto de la escapatoria de la chica de Osuna... No se asuste usted. No me asusto, señor juez.

Pues vengo á decirla á usted ... ¿usted no sabe lo que pasa? ¿Qué pasa? dijo Salomé, creyendo que se hundía el techo. No se asuste usted, señora, porque al fin y al cabo, sabiéndolo, se puede evitar que vuelva á suceder. ¡Por Dios, explíqueme usted, señora! dijo Paz, en el tono de la impaciencia y la superioridad.

La lengua se le pegó al paladar, y miraba a D. Romualdo con aterrados ojos. «No es para que usted se asuste, señora. Al contrario: yo tengo la satisfacción de comunicar a Doña Francisca Juárez el término de sus sufrimientos.

Si tienes algún medio de apaciguar á la niña, le dijo el ministro, te ruego que lo hagas inmediatamente. Excepto el furor de una vieja hechicera, como la Sra. Hibbins, agregó tratando de sonreir, nada hay que me asuste tanto como un arrebato de cólera cual éste en un niño. En la tierna belleza de Perla, así como en las arrugas de la vieja hechicera, tiene ese arrebato algo de sobrenatural.

Pero yo he acabado por vencerle. ¡Se ha llevado lo suyo!... Me han amenazado cuando huían con volver esta noche. Si oye usted ruido, no se asuste; pero venga y verá. ¡Es interesante; se lo aseguro! Y seguía durante largo rato, con gran copia de curiosos detalles, hablando del combate nocturno. Pero, de todos los enfermos, el que peor estaba era Petrov.

La sangre se le agolpó toda al corazón y quedó blanco como un cadáver. Después le subió al rostro y se puso como una amapola. ¡Yo!... ¡El pelo! balbució miserablemente. Y tuvo que agarrarse con fuerza a la silla para no caer. ¡No se asuste usted, hombre! exclamó ella posando cariñosamente su mano sobre la de él . Cuando yo lo he consentido es prueba de que no me desagradaba.