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Se notaba más despierto, más perspicaz para comprender, más curioso de los secretos de la ciencia, y le interesaba ya lo que antes le aburriera. En sus meditaciones, solía decir que le había entrado talento, como si dijese que le había entrado calentura. Indudablemente no era ya el mismo. En media hora se aprendía una lección que antes le llevaba dos horas y al fin no la sabía.

En medio de aquella agitación política, habían hallado retraimiento dulcísimo en la misma casa de quien la promovía; y allí eran las pláticas suaves y encumbradas, y las conversaciones amenas, en que siempre aprendía algo doña Luz, en que siempre hallaba nuevas excelencias en el entendimiento y en el corazón del padre, y en que el padre, a su vez, no dejaba nunca de pasmarse del despejo, de la agudeza, de la notable discreción, de la fantasía poética y de la sensibilidad exquisita de su bella interlocutora.

Después prestaba oído al canto brusco de algún pájaro, y Silas aprendía a divertirla, haciéndole seña de callarse, a fin de que pudieran escuchar, a la espera de los acentos que iban a recomenzar. Y cuando volvían, ella alzaba los hombros y reía gorjeando su triunfo. Sentados de este modo entre el follaje, Silas se puso de nuevo a recoger las plantas que le eran antes familiares.

Judit era la inocencia personificada, aunque entonces había cumplido ya catorce años; habíase criado en una casa honrada, cuyos inquilinos eran todos casados; su tía, que era de un rigorismo exagerado, no la perdía de vista casi nunca; la llevaba al teatro por la mañana, la acompañaba al salir por la noche, y hasta tenía la paciencia de permanecer en el saloncillo del baile, haciendo calceta, mientras su sobrina estudiaba y aprendía los bailables.

En una noche se aprendía los libros que en todo el año escolar no podían a veces dominar sus compañeros; y aunque la Historia Natural y la Universal y cuanto añadiese algo útil a su saber y le estimulase el juicio y la verba, eran sus materias preferidas, a pocas ojeadas penetraba el sentido de la más negra lección de Álgebra, tanto que su maestro, un ingeniero muy mentado y brusco, le ofreció enseñarle, en premio de su aplicación, la manera de calcular lo infinitésimo.

Ella, tan delicada, incapaz en su casa del menor esfuerzo físico, aprendía los procedimientos más hábiles para levantar del suelo un cuerpo humano cargándolo en sus espaldas. ¡Quién sabe si alguna vez prestaría sus servicios en los campos de batalla! Se mostraba dispuesta á los mayores atrevimientos, con la audacia ignorante de las mujeres cuando las empuja una ráfaga de heroísmo.

O hablaba, o escribía, sin descanso. Los frailes dominicanos lo ayudaban, y en el convento de los frailes se estuvo ocho años, escribiendo. Sabía religión y leyes, y autores latinos, que era cuanto en su tiempo se aprendía; pero todo lo usaba hábilmente para defender el derecho del hombre a la libertad, y el deber de los gobernantes de respetárselo.

Aprendía con Tasso a sentirme miserable y sublime; sabía lo que Manfredo iba a buscar a las heladas cimas de los Alpes; me lamentaba con Tecla de la felicidad terrestre de la cual yo había gozado, de la vida y del amor, que habían concluido para . Pero, por sobre todo, Ifigenia era mi heroína y mi ideal.

Comenzar Valentín el estudio de las matemáticas de Instituto y revelar de golpe toda la grandeza de su numen aritmético, fué todo uno. No aprendía las cosas, las sabía ya, y el libro no hacía más que despertarle las ideas, abrírselas, digámoslo así, como si fueran capullos que al calor primaveral se despliegan en flores. Para él no había nada difícil, ni problema que le causara miedo.

Por razones que se conocen, la habían dicho cómo era el mundo que a ella le convenía imaginar, no el que en realidad le estaba destinado: un mundo que no era bueno, aunque no tan malo como el que le ocultaban; pero, al cabo, era un mundo práctico, con sus hombres y sus mujeres, y sus cuestas abajo y sus cuestas arriba; el mismo que ella veía por los resquicios de su encierro, y en las historias que aprendía para instruirse, y en los pocos libros de imaginación que se le daban para entretenerse.