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Judit era la inocencia personificada, aunque entonces había cumplido ya catorce años; habíase criado en una casa honrada, cuyos inquilinos eran todos casados; su tía, que era de un rigorismo exagerado, no la perdía de vista casi nunca; la llevaba al teatro por la mañana, la acompañaba al salir por la noche, y hasta tenía la paciencia de permanecer en el saloncillo del baile, haciendo calceta, mientras su sobrina estudiaba y aprendía los bailables.

Guirior se esforzó en convencer al superintendente de que iba por mal camino; que era mayúsculo el descontento, y que con el rigorismo de sus medidas no lograría establecer los nuevos impuestos, sino crear el peligro de que el país en masa recurriese a la protesta armada, previsión que dos años más tarde y bajo otro virrey, vino a justificar la sangrienta rebelión de Tupac-Amaru.

Pero indiquemos también algunos otros rasgos chocantes de estos cuadros extraños. La desconfianza y el rigorismo, en cuanto toca al honor, es tan grande, que, cuando es sorprendido un hombre en casa de una dama, aun cuando no haya la menor duda de no existir entre ellos relaciones criminales, obliga al padre ó al hermano á matarla, sin vacilaciones, como si fuese culpable.

A fines de 1761 se hizo Amat cargo del gobierno. «Traía dice un historiador la reputación de activo, organizador, inteligente, recto hasta el rigorismo y muy celoso de los intereses públicos, sin olvidar la propia conveniencia». Su valor personal lo había puesto a prueba en una sublevación de presos en Santiago.

Juan de la Cueva viene á decir, que el haberse mudado las leyes de la comedia, no proviene de que falte en España instrucción ni talento suficiente para seguir tan antigua senda; sino que, al contrario, los españoles intentaron ajustar esas reglas á las distintas necesidades de su época, y sacudieron la traba de encerrar tantos sucesos diversos en el espacio de un día, pues sin rebajar á los antiguos poetas, y á los griegos y romanos, sus imitadores, sin despreciar lo mucho bueno, que hicieron, se debe confesar sin embargo, que sus comedias son cansadas, y no tan interesantes é ingeniosas como debieran; y de aquí, que cuando se aumentaron los talentos, mejoraron las artes, y se imprimió en todo más vasta forma, se abandonó también el antiguo estilo, prefiriéndole otro nuevo y más adecuado á su época, como hizo Juan de Malara en sus tragedias, separándose algo del rigorismo de las antiguas reglas, aunque no falten quienes sostengan que el mismo La Cueva traspasó los límites de la comedia, ofreciendo juntos en el teatro reyes, dioses y viles personajes, suprimiendo un acto de los cinco, y convirtiéndolos en jornadas.

En vano alegó el padre rector que el niño lo estaba de sobra, que aquel rigorismo francés era un resto del jansenismo que las indicaciones de la Iglesia y el celo del clero habían ya hecho desaparecer por completo, y que era una maldad, un verdadero delito, privar por tanto tiempo a un alma inocente del auxilio de un sacramento que obra ex opere operato... Villamelón se encogía de hombros, no comprendiendo bien de qué óperas se trataba; los astutos escrúpulos de Currita no cedían, y sospechando el padre rector la hipócrita hilaza, dijo terminantemente que, de seguir el niño en el colegio, comulgaría el día de san José, sin el permiso de sus padres.

No tuve el rigorismo de apagarlo; bendije los buenos corazones que hay en el mundo, me extendí luego en un viejo sofá de terciopelo de Utrecht, á quien los reveses de la fortuna han hecho pasar como á , del piso bajo á la buhardilla, y traté de dormitar.

Cabalmente se funda en ellos y en el choque de sus diversos derechos y deberes la acción de muchas novelas y dramas, cuya inteligencia es sólo fácil al que conoce las ideas peculiares de los españoles acerca de este punto, y el rigorismo nacional con que se le rendía culto.

Otro esforzado campeón del rigorismo clásico fué Cristóbal de Mesa, natural de Zafra, en Extremadura. Este erudito y poeta, no escaso, por cierto, de ingenio, había pasado en Italia casi toda su vida, en donde, como él cuenta, trató por más de cinco años á Torquato Tasso. Al parecer había ya muerto á principios del siglo XVII. Sus ataques al teatro español son notables por lo profundos.

La hija del jardinero Neris tenía un desdén de gran señora por lo que ella llamaba la moral de la gentecilla, y a pesar de su aparente rigorismo, pedía solamente a su hijo que sus vicios fuesen de buen tono. Por otra parte estaba segura de su ascendiente sobre aquella naturaleza débil y maleable bajo una aparente independencia.