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Afortunadamente, ninguna de las dos tuvo serias consecuencias; los pantalones rotos y algunas contusiones. Los espectadores, desternillados de risa, le aplaudían con calor y hasta le tiraron cigarros. Quedó muy ufano de este triunfo; tanto que, acercándose al sitio donde estaban Miguel y el Cigarrero, le preguntó a éste: ¿Eh? ¿Qué le ha parecido a V., maestro?

Más de doscientos jóvenes exaltados, lleno el espíritu de pasión expansiva, le aplaudían con entusiasmo. El joven orador comunicaba su indiscreta fe á aquella masa de juventud inocente y soñadora, cuando cuatro infames, á dos pasos de allí, preparaban un sangriento desastre.

Las manos flacas y huesosas de aquel personaje aplaudían, resonando como dos piedras cóncavas. Le miraba sin cesar mientras hablaba, y á no encontrarse el orador muy poseído de su asunto y muy fuerte en su posición respecto al auditorio, se hubiera turbado sin remedio, dando al traste con el discurso. La persona que así le miraba y le aplaudía era su tío.

Los cánones mencionados del concilio de Toledo, que confirmó el compostelano hacia la misma época, y posteriormente otro toledano en 1582, no lograron, como se verá después, desterrarlos por completo de las iglesias; pero sin duda contribuyeron á que poco á poco se fuese aboliendo esta costumbre; de suerte que ya no sólo se aplaudían los autos propiamente dichos, representados hasta entonces en tablados erigidos con este objeto en diversas solemnidades religiosas, sino también las comedias divinas, que tomaron posesión de los teatros, destinados en un principio á dramas profanos.

Todas las casas ostentaban rojas colgaduras y banderas; en la calles habían construido gradas para los espectadores y pasé saludando a derecha e izquierda, entre entusiastas aclamaciones, saludado a mi vez por millares de blancos pañuelos. Los balcones estaban llenos de damas vistosamente ataviadas, que aplaudían, saludaban y me dirigían sus más seductoras miradas.

Estos partidos, que se distinguían por cintas de diversos colores, que llevaban en el sombrero, se hacían la guerra de tal manera, que cada uno se esforzaba en rebajar al otro y en silbar las composiciones nuevas que aplaudían. Sus nombres duraron largo tiempo, y sirvieron luego para los actores de los diversos teatros en donde representaban.

Le aplaudían como siempre, pero las demostraciones de entusiasmo eran más nutridas y calurosas en la parte de la sombra, donde los tendidos ofrecían filas simétricas de blancos sombreros, que en la parte del sol, viva y abigarrada, donde quedaban muchos en mangas de camisa bajo el chicharreo del calor solar. Gallardo adivinaba el peligro.

Muchas horas después, en las últimas de la noche, sentado a una mesa del café de Marañón y rodeado de ocho o diez de sus colegas, el teniente de la tercera narraba con sonrisa malévola el vencimiento de la ninfa, calculando lo menos en veinticinco o treinta los besos que logró robarle en distintos sitios de su rostro hechicero; y todos los hijos de Marte aplaudían y celebraban con homéricas carcajadas aquel nuevo triunfo de su heroico compañero.

La mordaza, pues, cayó ante tan filantrópicas razones. Pero no todo el mundo se interesaba tan tiernamente por el gitano; los unos aplaudían la decisión de la Junta, los otros se prometían un gran placer el día del suplicio, muchos, incluso dirigían furibundas imprecaciones al gitano que se contentaba con sonreír.

Siempre que la conversación era general, cuanto decía D. Jaime encantaba al auditorio, y todos le aplaudían.