United States or Iraq ? Vote for the TOP Country of the Week !


Julio pidió cinco mil reales para pagar a un bajo profundo que estaba mal con el público, porque aplaudían más al bajo cantante que a él, y dejaba la Compañía por tesón... y, dicho fuera en secreto, por exigencias de los abonados.

¡Su brillante entrada en la vida, mucho antes de conocer al maestro Eichelberger, cuando la aplaudían en los teatros de Alemania y aprendiendo luego el italiano interpretaba las obras de Wagner en las escenas de Europa y América!... Diez y nueve años; su voz no era portentosa: justa y precisa nada más; la necesaria para cantar su parte sin ahogos.

La envidia de los compañeros exageraba prodigiosamente esta leyenda, y Salvatti, cansado, pobre, conservando de su pasado una belleza fatigada y ademanes de gran señor, vivía de los públicos de provincia que le aplaudían bondadosamente, con la misma satisfacción de amor propio que si socorrieran a un príncipe destronado.

Y el doctor, que había asistido á muchas reuniones populares, recordaba la gradación de los sentimientos y tendencias de la gran masa. Aplaudían con un entusiasmo algo forzado, por costumbre más que por espontáneo impulso, los ataques al régimen político.

Los ricos aplaudían á la guardia civil cuando daba tormento, resucitando los procedimientos salvajes de la Inquisición; los pobres admiraban al fuerte, al audaz, viendo muchos de ellos la suprema gloria en la bomba de dinamita; los gobiernos, ante el más insignificante motín, abominaban de la libertad como si fuese un fardo abrumador... En otros tiempos, los católicos rancios presentaban sus pruebas de pureza de sangre para demostrar que estaban limpios de todo origen judío ó mahometano. ¿Quién podría jurar hoy que no circulaba por sus venas sangre de fraile ó de familiar del Santo Oficio?

Pero no hagamos historia y sigamos nuestro cuento. ¿Y olvidaréis, señor, lo que me habéis prometido para mi sobrinillo? dijo Elías. ¡Ah!, yo quisiera que V.M. le conociera: es el botarate mayor que ha nacido. Anoche habló en La Fontana y les volvió locos. Le aplaudían con unas ganas ... Yo también le aplaudí. Con tres oradores así nos hubiéramos ahorrado mucho dinero. El pobre ha hecho bastante.

Silbaban y aplaudían viendo el cabeceo de los santos, mientras algunas mujeres, con arrojo de mártires, insultaban á los impíos, amenazándoles con las manos crispadas.

Lo recitó de buena fe, con la convicción de que estaba trabajando por la gloria de su país. Celebraba la llegada del grande hombre como la aparición del día, con enfático lenguaje: «Egregio professore: Voi siete come la stella del mattino...». Y mientras aplaudían los compatriotas, «la estrella de la mañana» acariciábase las barbas y se afirmaba los lentes pensando en su contestación.

Le odio, le detesto, no le tendría compasión aunque le viera asado en parrillas. Sólo por acabar con ese condenado, entraría yo en la conspiración. ¿Pues que te ha pasado con él? le preguntaron. ¿Qué me ha pasado? dijo Pinilla, lívido de cólera. Hace algún tiempo iba ese señor á Lorencini. Una noche hablaba yo en contra del absolutismo y de los frailes: todos me aplaudían, y él también.

Detrás de él había un hidalgo, altivo también, joven y buen mozo. Los dos me miraban, los dos me aplaudían... yo me enamoré de los dos. Del uno por vanidad, del otro... por amor, no... yo creía que era por amor... pero hoy me he desengañado. ¡Eran Lerma y Calderón! ¡El amo y el perro! Ellos eran. Después de la función, encontré en mi casa, esperándome, á uno de ellos.