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Preguntábame de dónde venían y lo que habían visto en su curso, lo que me, podrían contar, a mi que no sabía nada de la vida y del mundo, a mi que ansiaba ver y conocer. Distrájeme de mis reflexiones al notar que Petrilla, escondida en un rincón, se dejaba besar por un gran palurdo que le había pasado un brazo alrededor del talle.

En cambio, se cuentan aún en Villabermeja los grandes apuros en que estuvo aquella noche la chacha Ramoncica cuando volvió á su casa, cavilando qué sería lo que su sobrino le había pedido para el festín, y que ella ansiaba que le sirviesen, á fin de darle gusto en todo. El vocablo, para ella inaudito, con que su sobrino había significado la cosa que deseaba, casi se le había borrado de la mente.

Penetraba por lo más sombrío de las enramadas, anhelando ver algún prodigio espantable, algún signo, algún aviso que le retrajese. Se acordaba a menudo del estudiante Lisardo, y ansiaba ver su propio entierro.

Gustábanle los caballos y las escopetas con entusiasmo juvenil, como a cualquier señorito del Círculo Caballista. En punto a domar un potro o a meter la bala donde ponía el ojo, no admitía rival. Además, era todo un hombre; tan hombre como el que más: le gustaban los valientes para ponerlos a prueba; ansiaba aventuras para que se supiese quién era el hijo de Paco el de Algar.

Luego, al reanudarse los juegos en la terraza del fumadero, la alemana lo encontró a corta distancia; pero fingía no verla, apartando los ojos cada vez que los suyos iban hacia él. «¡Dios mío! ¡y era posible que sus amores terminasen así!...» Hubo de hacer esfuerzos para no llorar... ¡Y todo por las negativas de ella, por la terquedad infantil de él, que ansiaba su posesión como si pidiese un juguete!...

El Duque contaba con su voz cascada y aquella sonrisa de hastío y superioridad que no se le caía de los labios casi nunca, multitud de aventuras galantes, devaneos y obscenidades que hacía pasar, diciendo previamente: «Usted ya está casada y se le pueden contar ciertas cosasEn pocos días desplegó como en un gran telón ante los ojos pasmados de la joven, el mundo cortesano que tanto ansiaba ella conocer, la vida íntima, secreta, de aquellos jóvenes pálidos, de bigotes retorcidos, que veía pasar en la Castellana guiando lujosos trenes, de aquellas lindas y orgullosas damas, que ostentaban en su carruaje timbre ducal y apenas se dignaban dejar caer sobre ella una mirada indiferente y desdeñosa.

Pronto trajo un lacayo la respuesta: el señor marqués había pedido a las cuatro la berlina y aún no había vuelto a su casa. Fernandito corría, en efecto, en aquel momento, detrás de una duda misteriosa que ansiaba resolver. Con grandísima zozobra había recibido el B. L. M. del gobernador, y tranquilo ya, después de leerlo, púsose a registrar cuidadosamente los papeles devueltos.

Demasiado siento lo que he hecho, dijo Roger sentándose junto á ella y ocultando el rostro entre las manos. ¡Dios me asista! En aquel momento perdí la serenidad, me olvidé de todo, y si tarda un momento más en soltaros... ¡Á mi único hermano, al hombre en cuya casa pensaba vivir y cuyo cariño ansiaba conquistarme! ¡Cuán débil he sido! ¿Débil? repuso ella.

Ansiaba la gloria de los aplausos, la aclamación de las muchedumbres, con el anhelo de un principiante; como si la reciente cogida hubiese desdoblado su existencia; como si el Gallardo de antes fuese otro, y él tuviera que comenzar de nuevo su carrera. Para fortalecerse, decidió pasar el resto del invierno con su familia en La Rinconada.

Pero he sido tan afortunada, que ansiaba ese casamiento, que ardía en amores por él... que al darle mi voluntad, mi libertad, mi vida, delante de Dios, no era yo quien daba, sino quien tomaba; no era yo quien hacía feliz, sino quien se hacía á si misma dichosa. ¡Cómo! exclamó don Juan.