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Actualizado: 5 de mayo de 2025
«Mujer, entra, entra murmuró desde el fondo del comedor, con voz ahogada por los sollozos la señora Doña Francisca Juárez.
Su aversión a las suntuosidades exteriores parecía haber inspirado la obra de la catedral, ahogada por el caserío que se empuja y arremolina en torno de ella como si buscase su sombra. La plazuela del Ayuntamiento era el único desgarrón que permitía al cristiano monumento respirar su grandeza.
Teodoro se inclinó, y besando la frente de la Nela, dijo así con firme acento: Mujer, has hecho bien en dejar este mundo. Florentina se echó a llorar, murmurando con voz ahogada y temblorosa: Yo quería hacerla feliz, y ella no quiso serlo. Adiós ¡Cosa rara, inaudita!
La última vez cerca del suplicio... allí me miró haciendo un gesto espantoso, y con una voz ahogada y ronca me gritó: «¡Véngame!» Aquella palabra... no la puedo olvidar... aquella palabra se grabó en mi alma, en todos mis sentidos, y yo juré vengarla de una manera horrorosa. MANRIQUE. Sí, ¿y la vengasteis... es verdad? Tendría un placer en saberlo. Mil crímenes, mil muertes no eran bastantes.
En medio de esas grandezas desvanecidas y de esa vegetación ahogada, todo parece adquirir aspectos fúnebres, todo se vuelve terrible y severo. A través de los velos grisáceos y de las nubes formidables en que está envuelto, se tomaría al sol por un meteoro que se extingue. Los ríos no tienen aquel estremecimiento divino, las selvas no murmuran ni dan sombra.
Usted conoce muy bien al hombre que he elegido por marido: es... prosiguió Antoñita con voz ahogada lanzando una furtiva mirada al sepulcro de Magdalena como si quisiera pedirle aliento para hacer tal confesión, es... Felipe Auvray.
Mi mamá nos ha visto dijo . Sr. de Araceli. Escápese usted, sálvese usted, pues todavía es tiempo. Subamos, y diciendo la verdad nos salvaremos los dos. En el corredor Presentación cayó de rodillas ante su madre que al encuentro nos salía, y exclamó con ahogada voz: Señora madre ¡perdón!, yo no he hecho nada. ¡Qué horas son estas de venir a casa!... ¿Y D. Paco, y las otras dos niñas?...
Nosotros manifestó Isidora ahogada por la pena y el despecho no somos dignos... Vete, vete pronto. Te esperan. Ya han sacado la sopa de almendras. ¡Ay, chiquilla! ¡Cuánto más me gustan tus bellotas!... Pero no llores. De buena gana te acompañaría... Pero es tan tiránica la sociedad... Vete, vete... Mi hermano y yo cenamos solos. Ya ves... Estamos tan contentos... Mejor es así.
No se trata de convencer, sino de vencer; el amor propio se interesa en la contienda, y conocidos son los infinitos recursos de este maligno agente. Lo que favorece se abulta y exagera; lo que obsta se disminuye, se desfigura ú oculta: la buena fe protesta algunas veces desde el fondo del alma; pero su voz es ahogada y acallada como una palabra de paz en encarnizado combate.
Padre dice con voz temblorosa, ahogada por la emoción, se me olvidó decir que esta noche hice una penitencia que acaso, por excesiva, pudiera ser un pecado. El joven presbítero levantó los ojos sin comprender bien, expresando una muda interrogación. Me he quemado con una plancha. El confesor permaneció silencioso, mirándola con ojos distraídos. Me he puesto la plancha ardiendo en un brazo...
Palabra del Dia
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