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Actualizado: 5 de junio de 2025


éste, con distinta suerte, tiene el hielo caprichoso, el silencio de lo inerte, el misterio del reposo, la majestad de la muerte. Pero si el sol su semblante, rasgando la niebla oscura, muestra en el cenit radiante, su luz parece más pura, su calor más penetrante. Así, cuando el alma ahogada, en misma retirada, gime, presa del dolor, la dicha ménos ansiada parece mucho mayor. ¡Dolor!

Y acaso el uno y el otro hubieran sido felices, hasta tal punto arregla las cosas el amor. Pero Roussel no pronunció la palabra de afecto y Clementina, ahogada por la rabia y no encontrando ya más injurias que lanzar á la faz de su primo, arrojó un grito desgarrador y cayó en el sofá, víctima de un ataque nervioso.

Después, volviéndose bruscamente: ¿Cómo habéis podido creer eso? volvió a decir . ¿Cómo es que habéis podido pensar que saliese ilesa de esos cenagales donde el miserable de mi marido me ha lanzado? Juana no contestaba, ahogada por los sollozos. ¿Sufres, hija mía? Mucho. Vamos, ven, entonces, a respirar el aire libre, ven. Y tomándola de la mano, la levantó con alguna violencia y la llevó fuera.

Allí oímos el estrépito y los reniegos, y los tres, más o menos criminales, nos llenamos de consternación. ¡Cielos santos! exclamó doña Juana con voz ahogada: Huya usted, sálveme: mi marido llega. No había medio de salir de allí sin encontrarse con D. Gregorio, sin esconderse en la alcoba o sin refugiarse en el cuarto de Isabelita, que estaba contiguo.

Faltóle á Cervantes el aplomo y profundidad necesaria para luchar con éxito contra rivales más fuertes: á su conocimiento exacto de algunos lunares del drama español, no acompañaba el de sus bellezas; y si por un lado carecía de la imparcialidad conveniente y se dejaba arrastrar de la pasión, por otro se exponía á no dar en el blanco, imprimiendo en sus fallos cierta vaguedad. ¿Qué extraño es, por tanto, que se perdiese su voz, ahogada por el aplauso tributado á la escuela contraria?

Vámonos dijo Paz de pronto, con la voz ahogada por un sollozo; y dirigiéndose de nuevo hacia arriba, tomó la vuelta a San Isidro. Al entrar en la calle del Cuervo, vio a Tirso parado ante el escaparate de una cerería: iba de paisano, y sólo le reconoció al escuchar su voz. Estaba seguro la dijo tristemente de que vendría Vd. ¡Era verdad! No había Vd. mentido. Adiós, señorita.

Ya ha oído usted, capitán; usted es quien debe decidir... Al ver a aquel guapo y altivo oficial que era su hijo, el conde experimentó una sensación desconocida, un irresistible impulso de orgullo paternal. Dio un paso adelante con los brazos abiertos, pero Carlos se inclinó, muy pálido, y dijo con voz ahogada: Caballero, no puedo ya pedir a usted reparación ni quiero aceptar ninguna.

Pero al mismo tiempo creía ver que las paredes se apartaban y una perspectiva luminosa, infinita, se abría ante . «¿No querías desempeñar el papel de sacerdotisa en esta casame decía en tono de reproche una voz interior; pero se extinguió ahogada por el ruido de mi sangre. ¿De qué sirve discutir? continuó él.

Al estrecharle contra su pecho le había puesto la mano sobre el corazón, notando que sus latidos acusaban perfecta tranquilidad. El joven, sin advertir nada, se dispuso a retirarse, y ya iba a traspasar el umbral del aposento, cuando el doctor le llamó de nuevo, diciéndole con voz ahogada por la emoción: Oye, Amaury, una palabra. ¿Tiene usted algo que mandarme? Aguárdame en tu habitación.

Ha hecho él más por la gloria de Vizcaya con sus empresas industriales, que todos aquellos Jaunes, sucios, barbudos y llenos de costras. Urquiola calló, desconcertado ante este elogio á su querido tío, temiendo que el millonario tomase la menor respuesta como un atentado á la gloria de su nombre. Pero doña Cristina vino en su auxilio para que la discusión no quedase ahogada.

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