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Actualizado: 5 de junio de 2025
Demostracion popular. Nombramiento de Miranda. Volvamos á anudar el hilo de los acontecimientos de Venezuela. Ahogada en la apariencia la revolucion, fermentó sordamente durante los primeros años del siglo actual entre la juventud venezolana.
Juan, paralizado por indecible emoción, estaba absorto ante aquella revelación; luego tomó una mano del señor Aubry y la estrechó con fuerza, murmurando con voz ahogada: ¡Oh, gracias, mi querido señor! pero usted tiene razón; ni usted ni yo debemos influir... Juan, en su profunda turbación, no pudo terminar la frase.
Una carcajada seca, sepulcral siguió á estas palabras mientras una voz ahogada respondía: ¡No! ¡piedad...! Era el P. Salví que rendido por el terror estendía ambas manos y se dejaba caer. ¿Qué tiene V. R. P. Salví? ¿Se siente mal? preguntó el P. Irene, Es el calor de la sala... Es el olor á muerto que aquí se respira...
No, no soy ingrata exclamó la Nela, ahogada por los sollozos . Bien me lo temía yo... sí, me lo temía... yo sospechaba que me creerían ingrata, y esto es lo único que me ponía triste cuando me iba a matar.... Como soy tan bruta, no supe pedir perdón a la señorita por mi fuga, ni supe explicarle nada....
Recordaba otras catedrales famosas, aisladas, en lugar preeminente, presentando libres todos sus costados, con el orgullo de su belleza, y las comparaba con la de Toledo, la iglesia-madre española, ahogada por el oleaje de apretados edificios que la rodean y parecen caer sobre sus flancos, adhiriéndose a ellos, sin dejarla mostrar sus galas exteriores más que en el reducido espacio de las callejuelas que la oprimen.
La señora Morfeo alimentaba la viva esperanza de que aún hallaría a la niña ahogada en una zanja, o lo que casi era tan terrible, cubierta de lodo, manchada y sin esperanza de que por medio de jabón y agua volviera a su primitivo estado. El maestro volvió a la escuela con el corazón contristado. Al encender su lámpara y sentarse en el pupitre, encontró ante sí una esquela, a él dirigida.
Nada existe en la creación que no sirva para algo. ¿Quién te dice a ti que no te crió Dios para grandes fines? ¿Quién te dice que no eres tú...? MÁXIMO. ¿Un alma grande, hermosa, nobilísima, que aún está medio ahogada... entre el serrín y la estopa de una muñeca? MÁXIMO. Sí, chiquilla, sí. Sigo arreglando esto. Los metaloides van a este lado.
Pero Milagros, que iba tras el quid de que su amiga la sacase de aquel profundo atolladero en que estaba, echole los brazos al cuello y con ahogada voz le deletreó en el oído estas palabras, más lacrimosas que el cenotafio en que D. Francisco había trabajado con tan mala fortuna: «Usted... usted, amiga del alma, puede salvarme...».
Todos nos hemos mostrado grandes y altivos frente al invasor; todos hemos sido héroes con el heroísmo del que se sacrifica, más poderoso mil veces que el heroísmo que vence. Aquí tuvo que detenerse, ahogada su voz por el estrépito de una ovación inmensa.
Estas exclamaciones le hicieron volver en sí. Se hizo dar agua, de la cual bebió ávidamente dos grandes tragos, se humedeció la frente y las sienes con el resto, e hizo señas a la ama de llaves para que se alejara. Y entonces, después de haber echado el cerrojo a la puerta, recogió la carta y se puso a leer con voz ahogada y temblorosa: *
Palabra del Dia
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