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Mari Pepa esparcía en el suelo las colchas y pañolones que habían acopiado en el saqueo y andaban en confuso montón sobre las sillas; Lita escogía y combinaba colores y tamaños, y Pito Salces y yo, encaramados en muebles de la necesaria altura, clavábamos en las paredes, y tan arriba como nos era posible, con tachuelas, con puntas... hasta con clavos «trabaderos» y cuanto habíamos podido haber a las manos en una mechinal de la bodega en que acumulaba Chisco las reservas de esta especie, lo que la diligente y afanada nieta del gigantón de la Castañalera nos iba alargando con sus manitas primorosas, de lo desparramado por el suelo.

Llevaba siempre los bolsillos atestados de chucherías, que mostraba para dejar bizcas a sus amigas. Eran tachuelas de cabeza dorada, corchetes, argollitas pavonadas, hebillas, pedazos de papel de lija, vestigios de muestrarios y de cosas rotas o descabaladas.

Representaban unos á los Reyes de España, y otros eran de asuntos de devoción; pusiéronse faroles encerados y canceles ricos claveteados de tachuelas de latón doradas, colgaduras de terciopelo y tapicerias, invirtiéndose en el adorno de los aposentos siete bufetes, un escritorio, doce sillas de terciopelo bordadas, veinticuatro que no lo estaban, seis taburetes, «quatro payses» un sahumador y dos alfombras grandes.

Cuatrocientos años hace que vivió el Padre las Casas, y parece que está vivo todavía, porque fue bueno. No se puede ver un lirio sin pensar en el Padre las Casas, porque con la bondad se le fue poniendo de lirio el color, y dicen que era hermoso verlo escribir, con su túnica blanca, sentado en su sillón de tachuelas, peleando con la pluma de ave porque no escribía de prisa.

Finalmente, parecíamos tener a destajo la tela de Penélope, pues cuanto él tejía de día, rompía yo de noche; ca en pocos días y noches pusimos la pobre despensa de tal forma, que quien quisiera propiamente della hablar, más corazas viejas de otro tiempo que no arcaz la llamara, según la clavazón y tachuelas sobre tenía.

Las españolas, consideradas mejores que las flamencas é italianas, eran hechas de madera á torno, que se breaba exteriormente: llevábanse para ellas hierros de respeto, cuero curtido, tachuelas, morterete y zunchos, siendo cargo del calafate componer los desperfectos.

Tenían ante ellos grandes montones de zapatos húmedos, extraídos de una gran cuba, y agarrándolos como animalillos muertos, les arrancaban las tachuelas, las suelas, los tacones, todo lo aprovechable. Lo inservible caía en el suelo, pegándose a las piedras como inertes piltrafas.

Mary abrió la puerta y trajo en brazos a un chiquitín, que al verse preso y en presencia mía empezó a llorar y patear, con tal rabia, que tuvo que dejarlo. El torrero tarda le dije yo a Mary. Como está cojo.... ¡Ah! ¿Es cojo? . Esperamos en el despacho. En la pared había un mapamundi, el plano del faro, en papel azul, clavado con tachuelas; un cronómetro y un barómetro.

Y le mostró en el fondo de una caja clavos, tachuelas, dos martillos rotos, todo de hierro viejo recolectado en sus excursiones por las afueras y traído a casa con una minuciosidad que le hacía aprovechar cuantos objetos veía en el suelo. Si la señora necesitaba botones, hilos o agujas, también encontraría gran provisión en una tabla de la biblioteca.

Después, Zaratustra enseñaba con orgullo de artista los adornos de algunos trozos de pared libres de guiñapos: estampas de santos, cromos de señoras en pelota, o con bailarinas de color de rosa, todo recogido al azar, en el curso de la busca, y que inmediatamente tomaba sitio en el dormitorio con ayuda de tachuelas o pan mascado.