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Nunca se había visto enfrente del Provisor, a quien temía por los rayos que manejaba, pero nada más hasta el punto que un gigantón salvaje puede temer a quien puede aplastar, en último caso, de una puñada. Notó don Fermín que Contracayes estaba más aturdido que atemorizado. Saludó el cura con un gruñido, y el Provisor no contestó siquiera.

Y á continuación, para cortar la entrevista, recordó á su marido la conveniencia de hablar poco, de no cansarse, de estar solo. ¡Pero, si es Luis! dijo el gigantón sin atreverse á mirar á su esposa. ¡Si con este tengo el mayor gusto en hablar! ¡Si deseaba mucho que viniese!... Ya ves, es el último que queda de mi familia. Somos como hermanos.

Un gigantón paseaba entre los grupos, devorando con mordiscos de fiera un mendrugo cubierto de carne sanguinolenta y cruda, alimento excelente, según él, para conservar la fuerza. Todas las tardes bajaba a la enfermería algún luchador con el rostro entumecido y desfigurado. Ahora, los marineros exentos de servicio acudían a la explanada de popa, atraídos por el brutal interés de estas peleas.

¿A lo del otro día?... Pues hijo, no me acuerdo. ¡Me buscan tantos!... Pero de pronto, el doctor pareció recordar, y una sonrisa maliciosa animó su rostro. ¡Ah, ! Ya me acuerdo: vienes á lo del practicante. eres el marido de esa... Bien ¿y qué? Quiero que usted arregle eso, don Luis continuó el gigantón con energía; ó lo arregla usted que es tan bueno ó doy el gran escándalo.

En él estoy yo, y nada: me encuentro lo mismo que cuando no bajaba de las Claverías. Nosotros los Villalpando somos de hierro: por algo descendemos de aquel famoso Villalpando que hizo la reja del altar mayor y la Custodia y un sinnúmero de maravillas. Debía ser un gigantón, a juzgar por la facilidad con que retorcía y moldeaba toda clase de metales.

No estés tan de prisa, amigo, que este bosque es tan mío como tuyo; y si dices una palabra más, te lo echo abajo en un cuarto de hora. Eso quisiera ver dijo el gigantón.

Se le traía a cuento a cada instante, y nadie, incluso el gigantón de la Castañalera, tocaba su sillón, que les parecía sagrado ya.

En cuanto le digo que me faltan marineros me contesta que los guise á todos con salsa de Gascuña. Me dirigí á los arqueros. ¡Que si quieres! Allá se están las horas muertas jugando á los dados, presididos por el sargento Simón y Reno, y el gigantón cabeza roja que le rompió el brazo al pirata. "Mirad que el Galeón éste se va á hundir de un momento á otro," les digo.

Ya le he dicho á ese condenao que su primo le espera y no está usted para canciones... Pero Aresti no la hizo caso y se dejó abordar por aquel hombre, diciéndose mentalmente: «¡Qué magnífico animalTembló por su mano, cuando se la agarró el gigantón con una de sus garras de dedos callosos y gruesos.

Por una asociación de recuerdos, volvió á su memoria el «Mon gros loup cheri», y sin saber por qué, sintió una tentación infantil de reír ante el gigantón de aspecto imponente; de arrojarse á su cuello, repitiendo, como Dios le diera á entender, aquella frase de cocotte, que debía encerrar algún misterio mágico para apoderarse de los hombres.