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Descendemos por la carrera de San Jerónimo; luego avanzamos a lo largo del paseo de las Delicias, entre el ramaje seco del arbolado; cruzamos frente a la ronda de Valencia; bajamos por una vía ancha, solitaria, pendiente.

Walther Y bien, padre mío, ¿por qué no descendemos a prisa hacia ese bello país, en vez de vivir aquí en el tormento y en la ansiedad? Tell ¡Ese país es bueno y bello como el cielo, pero los que lo cultivan no gozan de la cosecha que han sembrado! . Y Tell explica a su hijo lo que es la libertad. No falta, por cierto, en Colombia.

Un exemplo hará esto palpable. Enterados de todo, le colocamos baxo la nocion lógica mas universal del ente, porque conocemos que existe: descendemos de allí á lo corporeo, porque lo extenso é impenetrable nos aseguran de ello: pasamos de esto á lo animal, que es el género mas inmediato y encierra las nociones superiores.

Y si descendemos de las alturas teológicas y pensamos en esto de la humildad ó de la soberbia, mundanamente y en la práctica, yo no me explico tampoco cómo el muy humilde, á no ser exterior su humildad, confundiéndose con la buena crianza y con la afable dulzura, acierte á hacer cosa de provecho y á ser útil para algo.

Y escudriñando los troncos de estos linajes matritenses, sería fácil encontrar que los Arnaiz y los Santa Cruz tenían en sus diferentes ramas una savia común, la savia de los Trujillos. «Todos somos unos dijo alguna vez el gordo en las expansiones de su humor festivo, inclinado a las sinceridades democráticas , por tu madre y yo por mi abuela, somos Trujillos netos, de patente; descendemos de aquel Matías Trujillo que tuvo albardería en la calle de Toledo allá por los tiempos del motín de capas y sombreros.

Si a nosotros nos hacen trizas y si descendemos al fondo del mar a que los peces nos devoren, los señores Adorno y Salvago se afligirán o supondrán que se afligen, pero ya tienen echadas sus cuentas y hechos sus cálculos y sabrán poner alto precio a nuestro heroísmo, impetrando de Su Alteza Fidelísima honores, mercedes y privilegios muy provechosos.

Yo que «viste mucho» eso de darse a filosofías spencerianas y diferir con los pobres de espíritu que creemos en Dios y sostener que descendemos del mono aunque no sepamos de dónde desciende el mono, y aunque se acabe por llamar al confesor en cuanto aparecen viruelas. Será así; yo me quedo con mis ideas evolucionistas.

Nosotros solía decir Teodoro aunque descendemos de las yerbas del campo, que es el más bajo linaje que se conoce, nos hemos hecho árboles corpulentos.... ¡Viva el trabajo y la iniciativa del hombre!... Yo creo que los Golfines, aunque aparentemente venimos de maragatos, tenemos sangre inglesa en nuestras venas.... Hasta nuestro apellido parece que es de pura casta sajona.

En él estoy yo, y nada: me encuentro lo mismo que cuando no bajaba de las Claverías. Nosotros los Villalpando somos de hierro: por algo descendemos de aquel famoso Villalpando que hizo la reja del altar mayor y la Custodia y un sinnúmero de maravillas. Debía ser un gigantón, a juzgar por la facilidad con que retorcía y moldeaba toda clase de metales.

Al contrario, es pedirles paso para no atropellarlos y aplastarlos. ¡Hm! dijo el P. Fernandez parándose y quedándose pensativo. Empiezen ustedes por pedir algo que no cueste tanto, algo que cada uno de nosotros pueda conceder sin menoscabo de su dignidad y privilegios, porque si podemos entendernos y vivir en paz, ¿á qué los odios, á qué las desconfianzas? Descendemos entonces á detalles...