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Era una mole altanera y fosca, manchada a trechos de una costra rojiza semejante a la herrumbre. Estrechas ventanas de prisión la agujereaban al azar, y una perlada moldura, que parecía simbolizar el rosario, ornaba la base de las cuatro garitas y uno que otro antepecho. El resto del caserón era ruin y semibárbaro.

Porque como desde que los imagino hasta que los acabo voy poniendo en ellos tanto de mi alma, al fin ya no llegan a ser telas, sino mi alma misma, y me da vergüenza de que me la vean, y me parece que he pecado con atreverme a asuntos que están mejor para nube que para colores, y como solo yo cuánta paloma arrulla, y cuánta violeta se abre, y cuánta estrella lucen lo que pinto; como yo sola siento cómo me duele el corazón, o se me llena todo el pecho de lágrimas o me laten las sienes, como si me las azotasen alas, cuando estoy pintando; como nadie más que yo sabe que esos pedazos de lienzo, por desdichados que me salgan, son pedazos de entrañas mías en que he puesto con mi mejor voluntad lo mejor que hay en , ¡me da como una soberbia de pensar que si los enseño en público, uno de esos críticos sabios o cabalierines presuntuosos me diga, por lucir un nombre recién aprendido de pintor extranjero, o una linda frase, que esto que yo hago es de Chaplin o de Lefevre, o a mi cuadrito Flores vivas, que he descargado sobre él una escopeta llena de colores! ¿Te acuerdas? ¡como si no supiera yo que cada flor de aquellas es una persona que yo conozco, y no hubiera yo estudiado tres o cuatro personas de un mismo carácter, antes de simbolizar el carácter en una flor; como si no supiese yo quién es aquella rosa roja, altiva, con sombras negras, que se levanta por sobre todas las demás en su tallo sin hojas, y aquella otra flor azul que mira al cielo como si fuese a hacerse pájaro y a tender a él las alas, y aquel aguinaldo lindo que trepa humildemente, como un niño castigado, por el tallo de la rosa roja. ¡Malos! ¡escopeta cargada de colores!

Permitaseme simbolizar con esta fábula la historia de los dos artes musulman y cristiano: los dos derivan en su orígen del arte clásico griego; pero el uno manifiesta en su desarrollo, degeneracion y muerte, el gérmen puramente materialista, mientras el otro revela en su crecimiento, siempre progresivo, que lleva por decirlo asi el aliento de la Divinidad.

Yo quiero que lo seas. ELECTRA. Así me adorno para divertir a los chiquillos. ¡Si viera usted cómo se ríen! Pues un niño muerto. Así adornan a los niños cuando los llevan a enterrar. PANTOJA. Para simbolizar la ideal belleza del Cielo a donde van. No, no quiero parecer niño muerto. Creería yo que me llevaba usted a la sepultura. PANTOJA. Yo no te entierro, no. Quisiera rodearte de luz.

Dejose friccionar por el esclavo y extender sobre sus miembros las esferitas de perfume; dejose, por gracia, obscurecer los párpados con el kohl; y su horror fanático hacia los baños se fue desvaneciendo cuando su amada le inició en las dulzuras del amor bajo aquella agua saturada de nardos, sobre la cual ella hacía deshojar puñados de rosas, unas muy pálidas y otras como sangrientas, para simbolizar las dobles delicias de su cuerpo.

Para entregarse a los juegos inocentes, que exigía el retroceso sensible que habían experimentado de pronto, se quitan las mantillas y dejan suelto el cabello, tiran los guantes, el abanico, la sombrilla, todo lo que pudiera simbolizar la juventud, y se quedan gozosas con los atributos de la adolescencia.

Es curioso el contraste del Ródano superior é inferior: el primero, vomitando sobre la cuenca del lago sus turbiones de lodo ceniciento; el segundo, saliendo del lago purificado y límpido, como si hubiese de simbolizar la pureza de las costumbres y claridad de las libres instituciones de Ginebra y Vaud.

Conviene también, para aplicar el justo criterio al examen de estas obras, esforzarse mentalmente en pensar y sentir en materias de religión como el público que las escuchaba; no olvidando cuánto y cuán diversamente penetraba la religión en la vida de los españoles, y cómo la Iglesia favorecía por su parte este medio de simbolizar y presentar al pueblo todos sus dogmas.

A veces, una red oculta entre los adornos de la banderilla, salían unos pajarillos y se echaban a volar. ¿Quién sería el primero a quien se le ocurrió la idea de producir este notable contraste? No tendría, por cierto, intención de simbolizar a la inocencia indefensa, alzándose sin esfuerzo sobre los horrores y las feroces pasiones de la tierra.

Trae, como veis, una guirnalda de hiedra y de violetas, con que le ha coronado hoy su esposa, para simbolizar el púdico, modesto y apretado lazo con que siempre la tuvo ceñida y prendida.