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D. Alvaro iba armado de un peto fuerte y una celada, con una rodela acerada, á prueba de arcabuz, y una espada desnuda en la mano; y en llegando á la puerta, dijo que le hacía mal el peto y quitósele.

Tratándose un día á la tabla del Maestre de Malta que había poca gente para jornada, por la mucha que había muerto, dejistes: que cuando se determinasen todos á no ir, vos solo iríades con la galeota de Estait á tomar á Trípol, y que os echasen con una fragata en Berbería, que con una espada y una rodela la conquistaríades toda, diciendo que eran cobardes y hombres nacidos en hora menguada los que ponían dificultad á la ida.

Gonzalo arrojó también lejos de la rodela que llevaba colgada del cinto. El cielo, todo entoldado, de nubes transparentes, esparcía sobre la callada ciudad una lumbre misteriosa de amanecer. Hacia el naciente, nacarada aureola rodeaba la escondida perla del plenilunio. Los aceros se cruzaron. Gonzalo paraba los golpes con maestría, acechando el instante.

Pasamonte, que no era nada bien sufrido, estando ya enterado que don Quijote no era muy cuerdo, pues tal disparate había cometido como el de querer darles libertad, viéndose tratar de aquella manera, hizo del ojo a los compañeros, y, apartándose aparte, comenzaron a llover tantas piedras sobre don Quijote, que no se daba manos a cubrirse con la rodela; y el pobre de Rocinante no hacía más caso de la espuela que si fuera hecho de bronce.

Salió, en esto, don Quijote, armado de todos sus pertrechos, con el yelmo, aunque abollado, de Mambrino en la cabeza, embrazado de su rodela y arrimado a su tronco o lanzón.

Conocen, en fin, varios juegos de naipes, entre ellos algunos de azar, como también se ejercitan en el canto y los bailes populares, que son la alegría de sus fiestas, y entre los que merece especial mención el llamado moro-moro, que es una danza de combate que ejecutan los más diestros, armados de campilan y rodela, al son de sus instrumentos guerreros, ya con saltos de costado, simulando defensa, ya con otros al frente y grandes gritos figurando ataque.

Son sus ropas un manto rojo vinoso que, sin cubrirle, le sirve de fondo por la parte inferior, y un trapo azul liado a la cintura y sujeto por entre las piernas. Lleva en la cabeza morrión, y se ven a sus pies una rodela y una espada. Es un soldadote de aquellos que, cuando les faltaba la paga, se hacían capeadores en las ciudades o bandidos en el campo.

El Caballero del Azor fue llevado en triunfo a palacio e introducido en la regia cámara. El rey, informado de todo el suceso, ansiaba verle, y más lo ansiaba aún su noble y desventurada hermana, la infanta doña Ximena, que estaba con el rey en aquel momento. Caballero del Azor dijo la infanta antes de que el rey hablase ¿por qué llevas un azor esmaltado en la rodela?

Al fin, la comedia se hizo el primer día, y no la entendió nadie; al segundo empezárnosla y quiso Dios que empezaba por una guerra, y salía yo armado y con rodela, que si no, a manos de mal membrillo, tronchos y badeas acabo.

La manera de combatir el moro es por demás original; cubierto con su rodela, armado de cris ó campilan, se presenta al enemigo, al que aturde ó desorienta con sus innumerables saltos y sus penetrantes gritos; ya á su altura casi, amaga un ataque; ya con increible ligereza, colocado á 10 pasos, parece limitado á la defensa, y de pronto, lanzándose sobre el adversario, le golpe mortal.