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Entre los de lord Gray, vi un figurón armado de pies a cabeza, con peto y espaldar de latón, celada de encaje, rodela y con tantas plumas en la cabeza que más que guerrero parecía salvaje de América. Dábanle instrucciones los demás y él decía: Ya lo que tengo que hacer.

Este Capitán Galarza era un buen soldado, y sacó dos arcabuzazos en la rodela, y dende á pocos días le mataron en el caballero de San Juan de un arcabuzazo.

Acomodóse asimesmo de una rodela, que pidió prestada a un su amigo, y, pertrechando su rota celada lo mejor que pudo, avisó a su escudero Sancho del día y la hora que pensaba ponerse en camino, para que él se acomodase de lo que viese que más le era menester.

Vizcaíno por tierra, hidalgo por mar, hidalgo por el diablo; y mientes que mira si otra dices cosa. ¡Ahora lo veredes, dijo Agrajes! -respondió don Quijote. Y, arrojando la lanza en el suelo, sacó su espada y embrazó su rodela, y arremetió al vizcaíno con determinación de quitarle la vida.

Marchaban los soldados a la conquista sin paga alguna. Eran socios industriales con una participación variable, según si iban a pie o mantenían caballo, si poseían arcabuz o disponían únicamente de espada y rodela.

Prendieron á D. Sancho de Leyva, General de las galeras de Nápoles, con dos hijos suyos, D. Juan y D. Diego. El D. Juan venía en la Leyva con gente de su compañía, y sólo él tomó armas para los enemigos, y se fué á la proa de la galera con una espada y una rodela para defender que no entrasen los turcos.

Castillo, con su espada, y la rodela, A diestro y

Cual toma el alabarda muy lucida, Y comienza á jugar con ambas manos, Quitando al que la tiene allì la vida, Despues á los demas pobres cristianos. El Sargento Mayor de corrida, Echando la rodela por los llanos, Caytua le siguiò, indio de brio, Y alcánzale

Pero don Quijote, acompañado de su intrépido corazón, saltó sobre Rocinante, y, embrazando su rodela, terció su lanzón y dijo: -Sancho amigo, has de saber que yo nací, por querer del cielo, en esta nuestra edad de hierro, para resucitar en ella la de oro, o la dorada, como suele llamarse. Yo soy aquél para quien están guardados los peligros, las grandes hazañas, los valerosos hechos.