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Actualizado: 27 de junio de 2025


Era una fuerte rodela, en cuya plancha de acero figuraba en esmalte, sobre campo de gules, un azor, cubierta la cabeza por el capirote y asido por la pihuela a una blanca mano que parecía de mujer. tienes en el hombro derecho dijo el anciano grabado con indeleble marca, un azor semejante al del escudo. Por él serás un día reconocido y se sabrá quiénes son tus padres.

Dio lugar la aurora al sol, que, un rostro mayor que el de una rodela, por el más bajo horizonte, poco a poco, se iba levantando.

Y, en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en el ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante y embistió con el primero molino que estaba delante; y, dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia que hizo la lanza pedazos, llevándose tras al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo.

El decir esto, y el apretar la espada, y el cubrirse bien de su rodela, y el arremeter al vizcaíno, todo fue en un tiempo, llevando determinación de aventurarlo todo a la de un golpe solo.

Ojeda, al frente de unos cuantos, salía diariamente a combatir por la comida. Encuentro hubo del que surgió llevando en su rodela, según los cronistas, las señales de más de trescientos flechazos. Otras veces era tanto el peso de los enemigos arremolinados sobre él, que se doblaba y seguía combatiendo de rodillas, cubriéndose con el escudo.

Con igual facilidad se adaptó el soldado español a la guerra indígena. Los pasos de los ríos, las lagunas infinitas, las lluvias torrenciales, la dificultad de conservar la pólvora, hicieron cada vez más escasas las armas de fuego. La lanza, la espada y la rodela acompañaron al conquistador en sus expediciones de tierra adentro.

La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura.

Bajo la capa, y colgada del cinto, llevaba también una rodela toledana. Sentíase grande y temible como los héroes de las caballerescas historias. Bajó hacia el arrabal. Era una noche diáfana de plenilunio. Oíase la extensa estridulación de los grillos en el valle y el croar numeroso de las ranas y los sapos hacia el Adaja. Uno que otro animal, invisible en la sombra, hacía latir su cencerro.

Al fin, la Comedia se hizo el primer día y no la entendió nadie: al segundo, empezámosla, y quiso Dios que empezaba por una guerra, y salía yo armado y con rodela, que si no, á manos de mal membrillo, tronchos y badeas acabo.

Embraza su rodela, y con la espada Resiste á los cristianos que querian Volver atras: mas viendo que de nada Les sirve, y que los indios le herian, Con solos cinco ò seis de camarada Espera; que los otros, que huyan Tras el sargento, iban tan lijeros, Cual suelen ir tras uno mil carneros.

Palabra del Dia

irrascible

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