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Sus brazos de atleta se elevaron por encima de las cabezas. ¿Pero quién dio la orden para reunirnos?... ¿El Madrileño? A ver: que venga: que lo busquen. Los obreros de la ciudad, el núcleo de compañeros de la idea que había salido de Jerez y tenía empeño en volver a entrar con la gente del campo, se agrupó en torno de Juanón, adivinando en él al jefe que iba a unir todas las voluntades.

Eran las diez y ya la atmósfera empezaba á ponerse cargada cuando Harvey dijo á sus convidados: Si tienen ustedes gana de fumar, vámonos de aquí, porque de seguro mi hija va á venir pronto á rogarnos que pasemos al salón. Tragomer y yo vamos á reunirnos con ella ahora mismo, si usted lo permite, dijo Marenval. Sorege levantó la cabeza pero no siguió á sus compatriotas.

La redacción se constituyó en el mismo local del Ateneo, que era el cuarto de estudio de uno de nuestros compañeros; una habitación aguardillada, donde los sábados se aplanchaba la ropa de la casa, no pudiendo por lo mismo reunirnos en este día. Discutiose ampliamente el reglamento y se nombró administrador y redactor en jefe.

Esperándonos en Dax, donde no tardaremos en reunirnos con ellos. Venid á mi tienda, donde descansaréis y vos y vuestro escudero repondréis un tanto las fuerzas con lo poco que aquí puedo ofreceros.

Por entre los árboles vi reunidos a Suárez y a Joaquinita, que nos miraban con sonrisa despechada y maligna. No hice caso; pero Gloria, que también acertó a divisarlos, se puso seria repentinamente y no tardó en bajarse. Volvimos a reunirnos al grupo mayor.

Hay una nueva discusión para fijar en términos de reloj la hora del aperitivo. Por último, quedamos en reunirnos de siete a ocho. Al día siguiente dan las ocho, y claro está, mi amigo no comparece. Llega a las ocho y media echando el bofe, y el camarero le dice que yo me he marchado.

Pasamos malísimos ratos, eso añadió la señora; pero en cambio no conocemos el morir, y nuestro Genio Creador nos permite reunirnos en ciertas festividades para celebrar las glorias de la estirpe, tal como lo hacemos esta noche.

Ahora, o yo me engaño mucho, o vamos en busca del marqués de Coupigny para reunirnos y emprender juntos un nuevo ataque. ¿Estás al tanto de lo que digo? ¿Ves cómo no en vano ha mordido uno el cebo en Hollabrün, en Austerlitz y en Jena? Efectivamente, la intención de nuestro General era reunirse con Coupigny; pero esto no se verificó hasta la noche del 17 al 18.

Determiné, por lo tanto, elevar un modesto panteón de familia donde poder reunirnos, si Dios quiere dejarnos morir, donde juntos habíamos vivido, sufrido y amado tanto. El sitio y la disposición del jardín de Saint-Point se prestaban perfectamente a la realización de mi idea. Hay una colina elevada, como el pedestal de un templo antiguo, en medio del valle que conduce a la iglesia y al castillo.

Si Dios tiene decidido llamar a su lado a mi pobre Germana, yo bendeciré llorando su mano rigurosa y esperaré a tu lado el instante en que debamos reunirnos. Pero yo quiero que la memoria de mi ángel amado sea tan pura como su vida. Desde hace más de veinte años conservo un ramo de flores de azahar, marchito lo mismo que mi felicidad y mi juventud: cuando ella muera quiero ponerlo sobre su ataúd.