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El hijo del rico Desnoyers se había agregado para siempre á un pobre campo de la Champaña. ¡Ah, miseria! ¿Y para llegar á esto había trabajado tanto él, amontonando millones?... No conocía siquiera cómo había sido su muerte. Nadie podía repetirle sus últimas palabras.

Había ya ella, durante el tiempo que estuvimos en Perrieres, y sin que yo lo supiese, pedido al señor cura que no la dejase morir sin darle todos los sacramentos; el buen sacerdote aprovechose entonces de lo que ella volvía a repetirle, y después de haberle hecho entender todas las virtudes que contiene el último sacramento, fuese a buscar lo necesario para el caso y le administró la Extremaunción que ella recibió con gran fe y angelical piedad; pidió que no se dijese una palabra a su marido, que afortunadamente se encontraba fuera en aquel momento.

Para tener al filipino docil, hay que repetirle día por día de que lo es y convencerle de que es incapaz. ¿De qué le serviría por lo demás creer en otra cosa si se hace desgraciado? Créame usted, es un acto de caridad mantener cada ser en la posicion en que está; allí está el orden, la armonía. En eso consiste la ciencia de gobernar.

Se dirigió entonces a unas truchas salmonadas, creyéndolas manjar menos principesco y que le dejarían comer; pero la mano invisible vino de nuevo a castigar su atrevimiento, y la voz misteriosa a repetirle: ¡Tate... que es para mi señor el Príncipe!

¿María Elvira Funes? repetí. Ningún grado ni ninguna inclinación. La conozco apenas. Y ahora... No, permítame me interrumpió. Le aseguro que es una cosa bastante seria... ¿Me podría dar palabra de compañero de que no hay nada entre Vds. dos? ¡Pero está loco! le dije al fin. ¡Nada, absolutamente nada! Apenas la conozco, vuelvo a repetirle, y no creo que ella se acuerde de haberme visto jamás.

Embutílos todavía más para hacer lo que me ordenaba mi tío; llegué con las manos al bulto, que tenía cuatro caras, duras y frías, como que eran de hierro; doblé los dedos sobre las aristas del fondo, y tiré hacia , pero no me bastó el primer tirón, porque era muy pesada la caja, y tuve necesidad de repetirle con mayor fuerza para arrastrarla hasta la boca de la alacena, donde la dejé por encargo de mi tío.

Y quiso marcharse. No, señorita; oígame Vd. un momento. ¡Si Vd. supiera comprender lo que es para su indulgencia! Sin dejarle acabar, se dirigió a la puerta del despacho, y en voz muy baja, con un mohín encantador, volvió a repetirle: Exigente, exigente.

Vuelvo á repetirle á usted que si los liberales de copete descubren estas socaliñas, no me dejarán un hueso en su lugar. Mucha cautela, ten mucha cautela: nada de papeles escritos, no me dirijas cartas, no fíes al papel ni una idea sobre este punto, le dijo Elías con severidad.

Probablemente estaría al tanto de la ruptura, o del suceso que había motivado aquel estado de mortal lasitud en que había visto a Lagos. Pero Charito le recibió con una mirada compasiva, buena, y comenzó a repetirle sus consejos de otras veces, procurando decepcionarle de Adriana.

Pero antes de adoptar ningún plan definitivo decidí acostarme con el fin de que el sueño amansase mi furor, teniendo por bueno aquel proverbio que dice que «la noche es buena consejera». Y así debe ser en efecto, porque al otro día me levanté completamente tranquilo; aquellos planes sanguinarios de la víspera, se habían trocado en resoluciones mucho más parlamentarias, y yo me resolví a aguardar la noche para llamar a su puerta, y una vez que me abriese arrojarme a sus pies, y repetirle verbalmente lo que ya le había dicho en mi carta.