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Consejera y amiga Alguna que otra vez volvía Amparo a visitar su antigua calle, por ver a los amigos que allí había dejado. Pocos días después del de la Candelaria sintió deseos de realizar una expedición hacia aquella parte.

Por consiguiente tu presencia no está justificada y nos veremos en la precisión de evitarla. Roussel no se movió. Es verdad, dijo, que en el primer momento, cuando supe por Mauricio que so quería casar con tu sobrina, experimenté un vivo descontento contra él y le obligué á abandonar mi casa. Pero, después he reflexionado: la soledad es buena consejera.

Yo sabía que la Nina se arrimaba a la puerta de San Sebastián, por pescar algún ochavo... La necesidad es terrible consejera. ¡Cuando la pobre Nina lo hacía!... Pero yo no supe hasta hoy que anda emparejada con un moro ciego, y que de ahí le viene su perdición. ¿Está usted seguro de lo que dice? Lo he visto. A mamá no he querido decirle nada, porque no se disguste; pero... ya estoy al tanto.

Feliz ella, no sueña en nada; pero su dulce mirada nos hace soñar á nosotros y, á su vista, nos prometemos ser sinceros y buenos hasta ser su igual, y su virtud nos fortalece contra el mundo odioso del vicio y la calumnia. La leyenda romana nos dice que Numa Pompilio tenía como consejera á la ninfa Egeria.

Después de haber respondido casi alegremente a las preguntas sobre su viaje se dirigió a la vizcondesa: Querida amiga mía le dijo , aún voy a abusar otra vez de su amistad... Tengo que pedirle un consejo. No cómo después de lo pasado, es usted todavía tan magnánimo como para tomarme por consejera replicó aquélla con tristeza.

Pero es una salvaje que necesita que la domestiquen». Los deseos de aprender que Fortunata manifestaba le agradaron mucho, y sintió que se agitaban en su alma, con pruritos de ejercitarse, sus dotes de maestra, de consejera, de protectora y jefe de familia. Poseía doña Lupe la aptitud y la vanidad educativas, y para ella no había mayor gloria que tener alguien sobre quien desplegar autoridad.

Ahora estamos en la fea... Ya le veremos por otra mejor, si es que la tiene. Ángel estaba, en efecto, sorprendido, y aun admirado, de ver por dónde tomaba la cuestión su consejera, y hasta de la cara que ésta ponía cuando le hablaba, que no era cara de susto, ciertamente: ¿adónde diablos iría a parar por aquellos caminos, tan distantes de los deseos del enamorado mozo? Ya se vería.

Julio reconoció á Berta, que movía una mano, pero sin verle, sin saber en qué remolcador estaba, por una necesidad de manifestar su agradecimiento á los dulces recuerdos que se iban á perder en el misterio del mar y de la noche. «¡Adiós, consejeraEmpezó á agrandarse la distancia entre el trasatlántico que partía y los remolcadores que navegaban hacia la boca del puerto.

Recordando sus años juveniles pasados en París, reconoció Robledo el pequeño establecimiento frecuentado por mujeres que no disponen de otra industria para vivir que el encontrón carnal, pero desean conservar cierta apariencia independiente, y á las cuales sirve la dueña de consejera é intermediaria. Un camarero de aire afeminado servía á las parroquianas. En este momento eran dos.

Sacó su mano de entre las sábanas para tomar la de ella, y recogiendo al punto las ideas que se habían dispersado, le dijo: «Fíjate bien en una cosa, y es que doña Lupe la de los Pavos, que es la persona de más entendimiento en toda esa familia, no se ha de llevar mal contigo, si tienes tacto. Lo que a doña Lupe le gusta es mangonear, dirigir la casa, y echárselas de consejera y maestra.