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La cuarta Reducción es la de San Juan Bautista, poblada de indios de nación Xamarós; fundáronla los PP. Juan Bautista de Zea y Juan Patricio Fernández, por el mes de Junio del año de 1699, de los cuales, el primero, después de haber acabado con los indios Tanipuicas, Curicas y Pequiquas, que le diesen palabra de reducirse cuanto antes al rebaño de Cristo, se partió de allí con extremo dolor suyo por orden de los Superiores para ir á gobernar nuestras Misiones del Uruguay, recayendo todo el peso de esta reducción sobre el P. Juan Patricio, á quien las enfermedades contínuas, la extrema pobreza y las graves fatigas, sirvieron de rémora los primeros tres años, para que no saliese en busca de gentiles, á quienes el ejemplo de sus confinantes había encendido el corazón en deseos de vivir como racionales en vida política, y hacerse juntamente cristianos; pero finalmente, sus sudores y trabajos ganaron para Cristo á los Suberecas, Petas, y á ciertos Piñocas, quienes parece no fueron á otra cosa á esta Reducción, que para renacer á Dios por las aguas del santo bautismo, para pasar luego á la celestial Jerusalem, rindiendo las vidas á la fuerza del contagio que por toda aquella comarca hacía en toda suerte de personas grande riza y estrago.

Pero aún no había tomado asiento en el Congreso el flamante político, y ya estaba convencido de una, para él, triste verdad, a saber: que para brillar en Madrid como brillaba en su provincia, no bastaban el caudal del rico negociante y las demás preeminencias que sobre éste habían ido recayendo una tras de otra.

La desgracia vino á arrebatar la vida en el mismo año de 1500 á fines de julio al infante D. Miguel, hijo del rey D. Juan de Portugal, último vástago en la línea masculina de los reyes Católicos D. Fernando y Doña Isabel, recayendo por consecuencia la corona de España, en la madre de Doña Leonor y D. Cárlos.

Áun sonaban en el huerto sus pisadas presurosas, cuando recayendo Ayela de su miedo en las congojas, de insoportable pavor dominada, de afan loca, Radjí exclamó: vén conmigo, precédeme: el rastro toma de tu señor.

Si el supuesto que se contiene en el sugeto, ó predicado, tiene conexîon necesaria con lo que se afirma, ó niega, entonces segun él es, será la verdad, ó falsedad de toda la proposicion, Ser el hombre piedra es imposible. Si el imposible se dixera de solo esto ser el hombre, fuera falsa la proposicion; pero recayendo la imposibilidad sobre todo el complexo ser el hombre piedra, es verdadera.

Así fueran todos como vos, padre, porque desde hace tres días todos me están haciendo daño. Tranquilizáos, que yo os protegeré contra todos. ¿Y mi mujer y mi hija? ¿Y el galopín Cosme Aldaba? ¿Y don Juan de Guzmán? dijo el cocinero recayendo en su pensamiento fijo. Ya hablaremos de eso. Sentáos aquí, junto al fuego, que hace frío, y si tenéis apetito pediré de almorzar.

Lo que inspira la reina al rey no es amor, sino temor, y procura engañarla sin conseguirlo. El rey quiere á todo trance que le dejen rezar y cazar en paz, y la lucha entre la reina y mi padre le desespera. Quedóse profundamente pensativa la duquesa. Os repito dijo recayendo de nuevo en su porfía que no tengo la más pequeña duda de que la reina inspira á su majestad un profundo amor.

Al amanecer del día siguiente, tuvo Genoveva Sal la ruda sepultura que podía darle Campo Rodrigo; después, cuando su cuerpo hubo sido devuelto al seno del monte, celebrose una reunión formal en el campamento para discutir lo que debería hacerse con su hijo, recayendo el acuerdo unánime y entusiasta de adoptarlo.

Las Casas Consistoriales, cuyo frente principal da a la plaza de la Catedral, están en regular estado de solidez, y tienen de notable que fue la casa solariega de D. Francisco Fernandez Perez de Aranda, ayo y preceptor del infante D. Fernando, hijo del rey de Aragón D. Juan I, eminente diplomático, fundador de la Santa Limosna, monje lego en la cartuja de Portaceli, y uno de los miembros de la asamblea celebrada en Caspe en 14 de Marzo de 1412, con el objeto de la legitimidad del derecho a la corona de Aragón, entre sus varios pretendientes por la muerte sin sucesión y sin heredero alguno, cuyo derecho fue indisputable, del rey D. Martín I, recayendo la corona en el infante Don Fernando de Castilla.

«Sin embargo, ó Dios mio, vos habeis hecho algo fuera de vos; porque yo no soy vos, y disto infinitamente de serlo. ¿Cuándo pues me habeis hecho? ¿es que no erais antes de hacerme? pero qué digo! héme aquí recayendo en mi ilusion, y en las cuestiones de tiempo. Hablo de vos como de , ó de algun otro ser pasagero, al que pudiese medir conmigo.