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Quiso mi suerte que fuese a dar con mis huesos a una casa de huéspedes donde alojaba también un autor dramático al por menor, esto es, de los que fabrican piezas para los teatros por horas, el cual me comunicó al punto su inmensa veneración por el arte de recrear al público durante tres cuartos de hora, y un desprecio profundo por todo lo que respetaba y ponía sobre la cabeza anteriormente, por las ciencias exactas y naturales y por los hombres que las profesaban.

Por las noches, cuando todo callaba en el industrioso Socartes, quedando sólo en actividad los bullidores hornos, el buen doctor que era muy entusiasta músico, se deleitaba oyendo tocar el piano a su cuñada Sofía, esposa de Carlos Golfín y madre de varios chiquillos que se habían muerto. Los dos hermanos se profesaban el más vivo cariño.

También en la Fábrica observaba Amparo que las paisanas eran las menos federales, las menos calientes, llenas de escepticismo y de picardía, decían, meneando la cabeza, que a ellas la república «no las había de sacar de pobres». Alguna tenía sus puntas y ribetes de reaccionaria; y en conjunto, todas profesaban el pesimismo fatalista del labrador, agobiado siempre por la suerte, persuadido de que si las cosas se mudan, será para empeorarse.

Los zapateros frecuentaban todos ó la mayor parte de los sitios de recreo de los marinos, por lo mismo que éstos, dondequiera que los hallaban, los abrasaban á epigramas y los acribillaban á burlas de todos géneros. De aquí la tirria que se profesaban y los bofetones que se sacudían. En las sociedades á las que, como se ha dicho, concurría alguna vez el marino, no bailaba ni enamoraba.

Estos ministros, los mas venerados, eran elegidos entre los Comocois, cuando algun espíritu, invisible para los demas, se presentaba á ellos y los aletargaba por algunos instantes. Tenian finalmente infinidad de sectas, y hasta profesaban estos indios un politeismo que habian recibido de sus padres.

Creía que los buenos formaban una casta, y que él y los que de él saliesen figurarían eternamente en ella. Por esto profesaban ideas sanas, respetaban la autoridad y acataban todo lo establecido... Y de repente, un pedazo de su carne, una prolongación de su persona, se pasaba de un salto al campo de los malos, burlándose de todas las doctrinas de orden y sumisión enseñadas por su padre.

Lo que ignoraba la monja era que, bajo el algodón en rama donde descansaba el rosario, iba escondido un papel en que estaban escritas estas palabras: «No digas que estás mejor; procura ganar tiempo y no tengas miedo. El domingo debe venir mi tutor, y yo haré que ponga remedio. Confía en .» ¿De qué nació el afecto que aquellas dos muchachas se profesaban?

Si bien esta guerra declarada á todo lo que es superior á los intereses positivos y á las secas realidades de la vida, no era nueva en el carácter de la señorita Margarita, sin embargo, se había exagerado bruscamente y envenenado, hasta el punto de herir los corazones que más cariño le profesaban.

De lo que ninguno carecía era de cobertera para el cráneo: cuál lucía hirsuta gorra de pelo, que le daba semejanza con un oso; cuál un agujereado fieltro sin forma ni color; cuál un canasto de paja tejido en el presidio, y cuál un enorme pañuelo de algodón, atado con tal arte, que las puntas simulaban orejas de liebre. ¡Oh, y qué cariño profesaban los benditos pilluelos a aquella parte de su vestido!

Pero estos principios, que debian afianzar el órden y librar á la sociedad de los embates de la anarquia, fueron calificados de anti-patrióticos, como si el patriotismo consistiese en la exaltacion y el frenesí; y los que los profesaban, no tardaron á ser el blanco de las mas torpes calumnias. Al espíritu de conservacion, sucedió el desórden, y Buenos Aires tuvo tambien que lamentar sus víctimas.