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Actualizado: 22 de julio de 2025


En casi todos los asuntos que en la mesa se trataban, manifestábase claramente el desdén que la mayor parte de las cosas y personas inspiraba a aquella privilegiada familia, y el íntimo convencimiento que todos profesaban de su indiscutible superioridad. Esta superioridad era el dogma de la casa.

Sus gefes eran considerados como simples consejeros; su religion les enseñaba á creer en un ser benéfico llamado Huara, y en un espíritu maligno conocido bajo el nombre de Yochina; mas no profesaban un culto esterior. En resúmen, es de creer que los Pacaguaras pertenecen positivamente á la rama de los Moxos, en razon de la semejanza de caracteres físicos y morales.

Cuando la intentona armada de don César, ella fue quien bordó el estandarte y los corazones de franela que los defensores de la fe llevaban cosidos al chaleco. Los conspiradores sentían hacia ella grandísimo respeto por la fama de santidad de que gozaba, y le profesaban profundo cariño por el entusiasmo con que había abrazado su causa.

Una enfermedad que le sobrevino, cuando el buque se preparaba á zarpar de esta rada, lo hizo perder la ocasion de volver á Europa. Solo, aislado, falto de relaciones y de recursos en una tierra extraña, cuyo mismo idioma lo era desconocido, tuvo que ampararse de los que por instituto profesaban la caridad y la filantropia.

Se les dijo parte de la verdad, revelándoles también la tentativa contra mi vida hecha en el cenador de Antonieta de Maubán, para estimular su celo y acrecentar el odio que profesaban al Duque.

Creíanse, como tengo dicho, hijos del lago, del bosque ó de la orilla del rio en que vivian, por cuya razon nunca se alejaban de su recinto. Por lo demas, cada pueblo tenia una creencia diferente; confiaban los unos en la merced de ciertos dioses solteros ó casados que presidian á las siegas, á la pesca y á la caza; otros profesaban un respeto temeroso á los dioses del trueno.

A más de esto, le asediaba el partido con sus exigencias de disciplina, gozaba del afecto del jefe, a cuya tertulia no le era lícito faltar, y tenía que ocuparse de la educación de sus hijos, dos muchachos irreprochables, que profesaban las ideas sanas de su padre y merecían los elogios de sus antiguos maestros, los buenos sacerdotes de la Compañía.

Si esto pensaba el adversario y el incrédulo, ¿qué no pensarían los creyentes, los que profesaban las mismas ideas, aquellos en cuyo favor el P. Enrique tan hábil y cortésmente peleaba? La veneración, el entusiasmo, la admiración por el P. Enrique, fueron subiendo en todas aquellas almas, y más que en ninguna en el alma entusiasta, solitaria y aislada de doña Luz.

Ni aun esto les permitió, diciendo que quería morir por Cristo, y les exhortó con palabras ardientes á sacrificar á Dios sus vidas, diciéndoles: Si nuestros trabajos y sudores no han sido suficientes para conducir al fin deseado esta empresa, lo supliremos á lo menos con la sangre; que no podían hacer obra más agradable á Dios ni á mismos más provechosa, que perder la vida en testimonio de aquella fe que profesaban; que no perdiesen aquella corona que se les ofrecía y que tantos andaban buscando sin tener la suerte de encontrarla; y que se verían en breve eternamente felices en el cielo, con sólo ofrecer de buena voluntad sus cabezas á las macanas de los Payaguás.

Cautivábale sin duda su franqueza y aquella prontitud de su entendimiento para encontrar razones que explicaran todas las cosas. La fisonomía de Mauricia, su expresión de tristeza y gravedad, aquella palidez hermosa, aquel mirar profundo y acechador la fascinaban, y de esto procedía que la tuviese por autoridad en cuestiones de amores y en la definición de la moral rarísima que ambas profesaban.

Palabra del Dia

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