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El interior de San Pablo sorprende mas que el exterior. Es allí donde puede apreciarse mejor la grandiosidad de la cúpula, las enormes proporciones y el estilo austero del edificio. Afuera anuncia algo del paganismo y del Partenon griego; pero al entrar, el visitante ve muy bien que ese es un templo de protestantes, libre de las serviles é impías señales de la supersticion y la idolatría.

Jamas en mi vida habia encontrado un espectáculo social tan sublime como el de esa humilde capilla, igualmente consagrada al servicio de dos comuniones religiosas que han ensangrentado la tierra con sus luchas impías. ¡Qué profunda enseñanza de espiritualismo en la religion, de noble sencillez en el culto, de fraternidad y tolerancia, de universalidad en la idea religiosa, sin parar mientes en las diferencias de símbolos y formas, de verdadero cristianismo, en fin!

Además, dejaba á sus espaldas á las tres señoras de Lizamendi, que, para justificar la fuga del doctor, hablaban á todos de la grosería de su carácter y de su perversidad moral, fruto de las doctrinas impías. Después de esta fuga, la esposa de Sánchez Morueta, casi rompió toda relación con el doctor.

Estremeciéronse los jueces de tan horrenda blasfemia; poco faltó para que rasgaran sus vestiduras al oir palabras tan impías, y las hubieran rasgado sin duda, si hubiera tenido Zadig con que pagarlas; mas se moderáron en la violencia de su dolor, y se ciñéron á condenar al reo á ser quemado vivo. Desesperado Setoc usó todo su crédito para librar á su amigo, pero en breve le impusiéron silencio.

Estando en esto, vino a nosotras un caballero, ya no joven, pero al que tampoco podía llamársele viejo, que era el que en aquel apretado trance nos había socorrido, y en él para nuestra desdicha, porque nos impidió aceptar de él más socorro, reconocimos a un señor capitán, persona muy noble y muy rica, y de mucho respeto en Sevilla, y como poeta no mal reputado; en una palabra, el capitán don Baltasar de Peralta, del que tan acerbas e impías memorias tiene la hermosa doña Guiomar, vuestra amiga, y tan perseguida de él se encuentra.

La impiedad precoz de D. Fadrique vino á fundarse en razones y en discursos con el andar del tiempo y con la lectura de los malos libros que en aquella época se publicaban en Francia. El carácter burlón y regocijado de D. Fadrique se avenía mal con la misantropía tétrica de Rousseau. Voltaire, en cambio, le encantaba. Sus obras más impías parecíanle eco de su alma.

Sin olvidar los consejos del Obispo, llegó a entenderlos como inspirados por un ideal distinto; dejó que sobre los altares de la capilla fuese posándose el polvo de la incuria; la caridad sirvió para amargarle con el espectáculo de las miserias sociales; las oraciones fueron trasformándose en las impías preguntas de la duda; las noches cedieron al insomnio; perdió la paz del alma, y sin faltaren nada voluntariamente a sus promesas, vio moralmente quebrantados sus votos.

Y las impías proposiciones que su amigo sustentaba le llegaban tan al alma, turbaban de tal manera sus facultades, que apenas tenía alientos para formular un argumento. Estaba consternado: su corazón se iba apretando de pena. Aquella noche Moreno parecía un demonio terrible y batallador, escupiendo con furia sus blasfemias, manifestando con cinismo infernal su odio a los misterios de la religión.

Pero el clero se resistía al despojo con la altivez y la majestad de los derechos adquiridos, y las manos impías tiraban de las santas vestiduras, profanándolas hasta rasgarlas. Gritos, coces, imágenes y cirios por el suelo, escándalo y abominación, como si ya hubiese nacido el Anticristo. La prudencia de Ulises ponía término á la lucha. «¿Si fuésemos á jugar al pòrche?...»

Ya que amistades nocivas le apartaban otra vez del buen camino y le envenenaban el alma con insinuaciones malévolas, con sospechas torpes e impías, más valía dejarle en paz, apartar de su vista el espectáculo inocente, mas para él poco agradable, de dos almas hermanas que viven unidas, con lazo fuerte, en la piedad y el idealismo más poético».