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Los rayos de sol penetraban por entre las junturas de los cortinajes, liquidando en resbaladizas gotas el vaho que empañaba los vidrios, y posándose luego en rasgos o girones de luz sobre los rasos de colores. En el suelo, confundida con las de la alfombra, había quedado alguna que otra flor pisoteada y marchita.

Por acá los chicos presentaban ramos de árboles cargados de frutos; aquí la toronja y la dorada cidra; allá la amascena y la alloza; otros, tejiendo en verdes mazas las espadañas y los lotos, y armados por cuadrillas, según los barrios de la ciudad o de las rivales aldeas, se acometían y lidiaban en escaramuzas de nueva especie; otros hacían revolar multitud de jilgueros y verderoles sin hilo que los sujetase, y siguiéndoles entre aquel inmenso concurso los pajarillos, y posándose en los hombros del dueño infantil cuando se cansaban, jamás se equivocaban en tanta confusión y bullicio.

Sin olvidar los consejos del Obispo, llegó a entenderlos como inspirados por un ideal distinto; dejó que sobre los altares de la capilla fuese posándose el polvo de la incuria; la caridad sirvió para amargarle con el espectáculo de las miserias sociales; las oraciones fueron trasformándose en las impías preguntas de la duda; las noches cedieron al insomnio; perdió la paz del alma, y sin faltaren nada voluntariamente a sus promesas, vio moralmente quebrantados sus votos.

En alta mar, cualquiera embarcación les sirve de isla y de punto de descanso. Dan vueltas en derredor, y á veces solicitan la hospitalidad con la mayor franqueza, posándose momentáneamente sobre los mástiles. No tardaréis en divisar el sombrío petral, ave de vuelo siniestro, el cual tan hábilmente sabe poner en peligro la embarcación, colocándose entre ésta y el huracán.

Valentina, la blonda y saladísima costurera, había jurado por todos los santos del Cielo clavarle un puñal en la espalda. La razón no necesitamos decirla. Después de haber tenido un hijo con ella, la había abandonado y volaba otra vez, cual libre y pintada mariposa, posándose ahora en una, ahora en otra flor. ¡Buen trabajo le había costado, o por mejor decir, buen miedo!

En tanto que un sol abrasador tostaba las llanuras circunvecinas, algunas benéficas nubes, posándose sobre la cima de las montañas, habian operado un cambio total en el aspecto de la naturaleza. Los árboles se cubrian de un tierno follage y de diversidad de flores; la campiña desplegaba lujosamente sus primorosos ropages.

En los rojizos surcos saltaban las alondras con la alegría de vivir un día más, y los traviesos gorriones, posándose en las ventanas todavía cerradas, picoteaban las maderas, diciendo á los de adentro con su chillido de vagabundos acostumbrados á vivir de gorra: «¡Arriba, perezosos! ¡A trabajar la tierra, para que comamos nosotros!...»