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Asentada esta doctrina advierte que se llama principio de contradiccion el siguiente: «un predicado que repugna á una cosa no le convieneobservando en seguida que este es un criterio universal de toda verdad, aunque puramente negativo; mas que por lo mismo pertenece exclusivamente á la lógica, pues que vale para los conocimientos puramente como conocimientos en general, sin relacion á su objeto, y declara que la contradiccion los hace desaparecer completamente. «Hay sin embargo, continúa, una fórmula de este célebre principio puramente formal y desprovisto de contenido, fórmula que encierra una síntesis confundida mal á propósito con el principio mismo, y sin la menor necesidad.

Mas no por eso cesará mi canto, que en el concierto inmenso, de la tibia mañana que la dulce y alegre primavera con aromas y flores engalana, del grillo entre las yerbas escondido el ingrato chirrido, se une al canto de amores regalado del pardo ruiseñor enamorado, y al zumbido monótono y constante del insecto infeliz, el tierno arrullo de la tórtola amante y del arroyo el plácido murmullo; y de unos en la de otros confundida la voz, ésta apacible, aquélla ingrata, forman, por atraccion desconocida, el himno poderoso de la vida que en los aires fermenta y se dilata.

La intención que el cantor dió a los últimos versos fué tan ahincada, el acento tan blando y las circunstancias tan claras, que María, sin estar más en , dejó asomar a sus ojos las lágrimas más tiernas y de más amor y ternura; pero acaso al volver la cabeza, y al encontrar la airada vista de Muley, que ni un átomo perdía del canto ni de las lágrimas, fué tal el susto que sobrecogió a la ya tan combatida amante, que temerosa y confundida se sintió tomar de tan cruel desmayo, que apenas tuvo tiempo de dejarse caer en los brazos de las doncellas que alrededor estaban.

Parecía confundida por los cuidados que le prodigaban; hablaba, con los ojos húmedos, de los seres queridos que iba a volver a ver, si Dios lo permitía... A la caída de una tarde serena se abrió ante nuestras miradas ávidas el bello cuadro de la Gironde, rodeado de encantos por las sensaciones de la llegada.

Y con su suave acento y sus modestos meneos disimulaba y contenía el impulso feroz que hace a la gata rabiosa tirarse a los ojos del contrario; diose al fin Currita por satisfecha y marchóse, dejando a su parecer a la dama duende confundida y humillada.

Precisamente exclamó Brenay con acento de aprobación. El teniente Cotorrac... ¿Es posible dijo la señora de Brenay confundida, que con semejante nombre se atreva a pensar en mi hija?... ¡Ah! gimió Petra, estoy avergonzada... Qué apellido para anunciar en un salón... La señora de Cotorrac... La desesperación de Petra era tan franca, que reprimí valerosamente toda hilaridad.

La mujer oculta en el fondo de su casa, como el arcano de la familia, es mucho más bella que la expuesta al público detrás de un mostrador de mercader, mezclada y confundida con el precio de lo que compra y vende. La mujer árabe no es tan hermosa por su hermosura como por su misterio.

No le costaría gran trabajo dejarme vivir con los demás, confundida entre la multitud de los seres que respiran. ¡Ocupo tan poco sitio! Y además, no soy muy cara de mantener. »Por desgracia, hay gentes que se pondrían luto si yo curase y que no se consolarían jamás si me viesen viva. ¿Qué le vamos a hacer? Están en su derecho. He contraído una deuda y tengo el deber de pagarla.

Yo, sin decir nada, procuraba al mismo tiempo que contenía la risa, corroborar con mis actitudes y miradas lo que la condesa decía. Doña Flora, confundida entre la turbación y la ira, miraba a Amaranta y al esperpento, y como viera a este con el color mudado y los ojos chispeantes de enojo, turbose más y dijo: Qué bromas tiene la condesa, Sr. D. Pedro ¿quiere usted tomar un dulcecito?

Qué cosas dices murmuré confundida. De tu alma hermana... ¿eh?... Si tu abuela te hubiera dejado leer la mitad solamente de los librotes que yo he leído, razonarías como yo, mi pobre Magdalena. Y sería una lástima respondió la de Ribert, muy descontenta esta vez. Usted, Francisca, tiene un modo de ser poco tranquilizador... No comprendo...