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Y las impías proposiciones que su amigo sustentaba le llegaban tan al alma, turbaban de tal manera sus facultades, que apenas tenía alientos para formular un argumento. Estaba consternado: su corazón se iba apretando de pena. Aquella noche Moreno parecía un demonio terrible y batallador, escupiendo con furia sus blasfemias, manifestando con cinismo infernal su odio a los misterios de la religión.

Nuestra inclinación aventurera, en la cual latía ya la inquietud atávica del vasco, pudo aumentarse más oyendo las narraciones de Yurrumendi el piloto, el viejo y fantástico Yurrumendi, amigo y contertulio de Zelayeta padre. Eustasio Yurrumendi había viajado mucho; pero era un hombre quimérico a quien sus fantasías turbaban la cabeza.

Verdad que él se pasaba admirablemente sin esta simpatía y no le quitaba de engordar cada día más y pasar la vida riendo. Las lisonjas que le estaba vertiendo al oído con voz insinuante su nueva hija de confesión, en vez de agradarle, le turbaban, le molestaban visiblemente. Fue una de las pocas veces en que pudo vérsele serio.

Y tomando una mano del joven, le suplicó: Roberto, ¿me perdona usted? Este hizo con la cabeza un movimiento afirmativo. Y al ver que de los ojos de Zakunine brotaban las lágrimas, al ver el llanto de ese hombre de corazón de hierro, concluyó él también por llorar. El alma de Florencia está presente aquí dijo el Príncipe. Ya los sollozos no turbaban su voz: su llanto era tranquilo y suave.

Por encima de él hormigueaba una muchedumbre compuesta principalmente de mujeres, cuyos pañuelos de diversos y vivos colores, al moverse, mareaban y turbaban la vista. Los hombres en su mayoría se hallaban recostados debajo de los árboles, bebiendo pésimo vino y cantando desentonadamente.

Los únicos accidentes domésticos que tuve ocasión de presenciar fueron propios de la estación, que turbaban la simetría de las costumbres; como, por ejemplo, un día de lluvia que modificaba las disposiciones adoptadas contando con el buen tiempo. En días tales, Domingo subía a su despacho.

En torno se derretía la nieve, pesadas gotas de agua caían del tejado, de los árboles, del muro. El aire tibio, límpido, de la primavera envolvía el jardín. El día era claro, luminoso. La excitación de Petrov desapareció, así como los pensamientos fragmentarios que turbaban su espíritu. Sólo le quedó una honda tristeza. Se tendió en la cama.

Los peligros, que en cierto modo habían sido silenciosos e invisibles en el grande Océano, se mostraban allí más a la vista y turbaban los espíritus y molestaban y herían los oídos con acentos y voces.

En los días que hacían fiesta a la Virgen, no reparaban que los canónigos estuviesen en el coro, y con rabeles, tiorbas y desaforados cantos turbaban los oficios. Si los canónigos les pedían silencio, contestaban que los obligados a callar eran los del coro, pues ellos estaban en su casa, mucho más antigua que la catedral. ¿Sabe usted esto, tío? ; ahora lo recuerdo.

I esto decian al rei, trayendo argumentos con que mostrarle ser costumbre mui recibida de los judíos matar á algunos hombres de poco valor i de mui mala condicion que solia haber entre ellos: los cuales eran malsines, i turbaban con sus lenguas la paz de las juderías, levantando rencores i enemigas entre unos i otros, i dando ocasión á muchos desastres é inquietudes.