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Por encima de él hormigueaba una muchedumbre compuesta principalmente de mujeres, cuyos pañuelos de diversos y vivos colores, al moverse, mareaban y turbaban la vista. Los hombres en su mayoría se hallaban recostados debajo de los árboles, bebiendo pésimo vino y cantando desentonadamente.

So... ... si... mo... Saturno bebió una copa de champaña acto continuo. Lo de pollo le había halagado. A la Marquesa se le ocurrió el disparate, tal vez sugerido por las nieblas del sueño, de mirar muy fijamente a Bermúdez, y ponerle unos ojos que ella sabía que in illo tempore mareaban a cualquiera. ¿Por qué no se casa usted? preguntó doña Rufina seria y melancólica, al parecer.

La pintoresca habitación, que a causa del calor estaba medio cerrada y en la sombra; la luz que entraba filtrada por la tela de los trasparentes, iluminando con tropical coloración las enormes flores de estos; el tono bajo de tapiz descolorido que tenían todas los cosas en aquella soñolienta cavidad; los ligeros carraspeos de doña Cándida y sus bostezos, discretamente tapados con la palma de la mano; la hermosura de María Sudre que no parecía cosa de este mundo; el mozambique de Rosalía con pintitas que mareaban la vista, y finalmente el lento arrullo de las mecedoras y el chis chas de los abanicos de cinco o seis damas, eran otros tantos agentes letárgicos en mi cerebro.

Multitud, tropa, caballos, uniformes, penachos, colores, oropeles y bullicio le mareaban de tal modo, que no veía más que una masa movible y desvaída, semejante a los cambiantes y contorsiones del globo de agua que había estado mirando momentos antes.

Obdulia protestó. ¿Cómo? ¿pues se veía algo? ¡no quiero! ¡no quiero! ¿por qué no se me ha advertido? Esto es una traición. Tiene razón esta señora dijo don Víctor igualdad ante la ley; fuera esa cuerda. Edelmira subió al columpio sin atarse. No había para qué tomar precauciones, no se veía nada. Don Víctor y Ripamilán se columpiaron también, pero se mareaban.

Y aquel mismo día, antes de que el sol rayase en lo más alto del cielo, no largo Oceano navegavam, As inquietas ondas apartando: Os ventos brandamente respiravam, Das naos as velas concavas inchando. Donna Olimpia y Teletusa no se mareaban. Se hallaban en el mar como nacidas: como si fuesen nereidas y no mujeres.