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Clementina y Osorio esperaban su muerte como agua de Mayo. ¡Qué desahogados quedarían cuando pagasen todas sus trampas! Y hasta otra: ¡a vivir, a gozar con el dinero de la infeliz señora! Esta permanecía muda, indignada ante las malévolas insinuaciones de su marido.

Le indignaban aquellas injustas y malévolas palabras, pero no se atrevía á salir á la defensa de su querida por miedo de enojar á Mercedes. Ni la subo ni la bajo manifestó Frasquito en tono agrio. Digo lo que todo Cádiz sabe. Si no lo quieres confesar, será también porque está tu hermana delante. La disputa iba tomando mal sesgo. La madre de las Cardenalas se creyó en el caso de atajarla.

Por otra parte, hacía mucho tiempo que Blanca había ganado todos los corazones, y aunque su repentina metamorfosis hacía murmurar un poco, las frases eran menos malévolas de lo que puede esperarse generalmente de nuestra pobre naturaleza humana. ¡Bah! Yo había sospechado algo sólo por ver la manera que tenía don Héctor de comérsela con los ojos. Nadie mira de ese modo a su sobrina.

Calderón se había acercado al ministro y le hablaba con acatamiento. Salabert hizo lo mismo. Pero el personaje no tenía ganas de hablar de negocios o por ventura le inspiraba miedo el célebre negociante. La prensa hacía reticencias malévolas sobre los negocios de éste con el Gobierno. Por eso, a los pocos momentos, se fué en pos de Pepa Frías y se pusieron a cuchichear en un ángulo de la estancia.

Anhelando olvidar la señora su anterior desvarío, creía que el mejor medio era borrar con expresiones cariñosas las malévolas ideas de antes, y así, mientras su compañera la arrullaba, decíale: «Si yo no te tuviera, no qué sería de . Y luego me quejo de Dios, y le digo cosas, y hasta le insulto, como si fuera un cualquiera.

Los seres modernos que nos hemos vuelto, las personalidades perfectamente vivientes que se mueven en nosotras, no pueden ir con entusiasmo al matrimonio tal como le comprenden las costumbres provincianas estrechas y desconfiadas, malévolas, celosas y tiránicas.

Y por ahí continuó soltando a chorros sarcasmos e insultos, hasta que al fin la pobre Josefina rompió a llorar. Las demás criadas, menos malévolas, se veían, no obstante, lisonjeadas por aquella humillación. Al fin se pusieron de su parte, trataron de consolarla, mientras Concha, despiadada, más dura y más fría que el mármol, siguió persiguiéndola largo rato con rechifla sangrienta.

Ya que amistades nocivas le apartaban otra vez del buen camino y le envenenaban el alma con insinuaciones malévolas, con sospechas torpes e impías, más valía dejarle en paz, apartar de su vista el espectáculo inocente, mas para él poco agradable, de dos almas hermanas que viven unidas, con lazo fuerte, en la piedad y el idealismo más poético».

Debajo de aquella frente alta y pura de estatua helénica batallaban la duda, el temor, la esperanza, el despecho. Escrutó con ansia su pasado, recordó algunas insinuaciones malévolas, bastantes palabras sueltas, muchas sonrisas que á ella le indignaban más aún que las palabras. ¡Virgen María! ¿sería cierto aquello?

Lo que es que yo leía en la conciencia de ella como en un libro abierto, donde las sanas doctrinas del ilustrado sacerdote que la había educado, y las no menos sanas de las benditas madres del convento habían venido a combinarse con los rumores del mundo y con las malévolas insinuaciones de las compañeras de colegio a quienes la envidia movía, y habían formado un amargo conjunto que menoscababa el respeto y que acibaraba y aun emponzoñaba el amor de la hija a la madre.