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Porque para lo primero todavía soy joven, y para lo segundo... ¿Estoy demasiado viejo? No he dicho tal. Viejo, ¿eh? ¿Conque viejo? Pues la leña seca es la que arde mejor. Y al decir esto se levantó y abrazó a Carolina, como en un célebre cuadro de Rubens abrazan los sátiros a las ninfas, sin que ella le rechazara. ¿Cuál será el alma cruel y despiadada que la vitupere?

Y la microscópica doncella, que no era gentil ni bonita y en quien las asperezas del carácter habían sofocado todo germen de coquetería, trasformándola en sacerdotisa del dolor, en una euménida fatal y despiadada, se dejaba festejar complacientemente por aquel bruto.

Jorge hizo sonar las monedas que tenía en el bolsillo, miró a Beltrán dirigiéndole su más despiadada sonrisa y replicó: Nadie lo sabe. Y a propósito, Beltrán; la otra noche vi en su casa a todo un personaje, el duque de Estrelsau. ¿Le conoces? , ¿y qué? Muy cumplido caballero, a fe mía.

No hablaba una palabra del presente: dejaba en pie aquella crítica despiadada del viejo revolucionario, despreciándola como un sueño de ideólogo, y se enfrascaba en su canto al pasado, afirmando por centésima vez que habíamos sido grandes por ser católicos, que en el momento no lo fuimos, todos los males del mundo cayeron sobre nosotros, y hablaba de los excesos de la revolución, de la tormentosa república del 73, cruel pesadilla de las personas sensatas, y del Cantón de Cartagena, el supremo recurso de la oratoria ministerial, una verdadera fiesta de caníbales, un horror jamás conocido en la tierra de los pronunciamientos y guerras civiles.

La mujer más fea y pobremente vestida del buque... Una especie de institutriz casada con un musiquillo borracho, del que se reían todos, hasta la turba de cómicos que iba con él. En su burla despiadada no perdonó ni al niño: un gordinflón con pelo de cáñamo, el más sucio de toda la chiquillería del buque. Ella esperaba ver a Fernando llevándolo en brazos mientras hacía el amor a la mamá.

Narcisa, enterada del suceso, tuvo la más despiadada y cruel sonrisa para la boca abierta de la madre y de la caja, y encogiéndose de hombros comenzó a congratularse de haber acertado en sus pronósticos. Y todos sus ademanes y sus dichos eran una jactancia orgullosa de sibila, una mofa hiriente y sangrienta para la desmelenada señora....

Entretanto, allá en la ribera, hacia la punta de San Felipe, una muchacha, con los zapatos despedazados y echada de pechos sobre la última roca, miraba, sollozando, aquellas luces mortecinas, cada vez más pequeñas, cada vez más lejanas; y la marea, aislando poco a poco el escollo, jugaba con su manto verduzco, apagaba sus lamentos, se llevaba sus lágrimas, y le murmuraba al oído enorme y despiadada canción que reía con las espumas.

La iglesia cobrando todos sus servicios a los fieles y cobrando al mismo tiempo del Estado. La Hacienda demandando economías, mientras se crean nuevos obispados y las obligaciones eclesiásticas aumentan en provecho del alto clero, sin beneficio alguno para el populacho de sotana, para los de abajo, que necesitan entregarse a la más despiadada codicia, explotando sin escrúpulos la casa de Dios.

No por Dios, señor mío, exclamó Margarita, poniéndose como la cera amarilla, que hartas desventuras he sufrido ya y el valor me falta, y si yo os perdiese, no podría resistir ni un punto, y ahogaríame la pena; que mirad que ese hombre es tal que no hay valiente ni diestro con quien se mida a quien no hiera o mate; y ved no hagáis que la despiadada punta que a vos os corte la vida a al corazón me llegue, y en la tumba me arroje desesperada.

Sintió que era impotente para luchar con aquel apetito de venganza. Toda su filosofía despiadada, indiferente, se había ido a pique. El mundo dejó de ser pura representación; se convertía en realidad innegable; la vida adquiría el valor absoluto que tiene para todo ser finito. Era forzoso, a despecho de la razón, satisfacer los instintos animales que gritan en el fondo de nuestro ser.