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D. Rodriguín oía esto y callaba, admirando la elocuencia del buen señor; pero como las palabras carlista y liberal saliesen a relucir, tal vez impensadamente, en la perorata de Cordero, encrespose el colegial, cambiáronse serias réplicas y reticencias, y trabose al fin una disputilla que no se sabe a dónde habría parado, si Sola no ordenase el silencio para restablecer la paz.

No el tiempo que hablé, pero que solté muchas, muchísimas cosas, y dicho sea prescindiendo momentáneamente de la modestia, enmedio del desorden extraordinario de las ideas, de algunas repeticiones y no pocas reticencias de que estaba sembrado el discurso, me figuro que estuve elocuente. De vez en cuando hacía paradas, esperando que ella respondiese algo; pero en vano.

Iba vestida de oscuro y se parecía mucho, con la animación de la vida además, al retrato que tanto me había impresionado. Me levanté, le salí al paso, balbuceé dos o tres frases incoherentes que no tenían ningún sentido; ya no sabía ni cómo explicar mi visita, ni cómo llenar de golpe el enorme vacío de dos años que ponía entre nosotros como un abismo de secretos, de reticencias y de oscuridades.

Y sin tomar nota de esta severa advertencia, al poco rato volvió a las reticencias y sarcasmos; de tal suerte que Grass perdió al cabo la paciencia. Ciego de ira alzó la mano... y el dulce sosiego del bosque fue turbado por una estrepitosa bofetada. Veinte manos vinieron instantáneamente a sujetarle. Otras tantas lo menos acudieron a contener a Timoteo.

A pesar de las sensibles reticencias de la historia respecto de este suceso, cuyos pormenores no pueden determinarse mas que los vagos contornos de una escena que se sueña, discurramos, lector amado, segun las probabilidades, y hagámoslo de manera que no resulte injurioso el relato de la venta de la basílica cristiana, ni calumniosa la semblanza del prelado que la consintió, si algun dia llegan á descubrirse documentos que aclaren el hecho.

Por cierta reserva, por súbitas reacciones, por múltiples reticencias, que lentamente relajaban vínculos sin romperlos, se comprendía que con extrema delicadeza, ponía empeño en desatar lazos que la familiaridad de nuestras costumbres había apretado demasiado.

D. Diego, que faltando a nuestro parentesco, a nuestra amistad de toda la vida y a cuanto un caballero cortés y bien nacido debe de respeto a una dama, hubierais vos venido a mi propia habitación y estrado a insultarme con injuriosas reticencias. De nadie dependo, y sólo a Dios tengo que dar cuenta de mi conducta.

Cuando rompió á hablar, lo primero que hizo fué preguntar por doña Paulita, y también por Clara, empleando algunas discretas reticencias. Después dijo: Pues yo venía á decir á ustedes si quieren honrar con su presencia la función que la Hermandad de la Pasión y Muerte celebra mañana en la iglesia de Maravillas. Yo soy el secretario de la Cofradía, y gracias á se ha arreglado la fiesta.

No hay que hablarle, pues, de estos usos sociales, de estos respetos mutuos, de estas reticencias urbanas, de esa delicadeza de trato, que establece entre los hombres una preciosa armonía, diciendo sólo lo que debe agradar y callando siempre lo que puede ofender.

A propósito de sus lecturas se expresaba con una independencia, un sentido crítico y una vivacidad que encantaban de veras a ese parisiense, acostumbrado a las reticencias prudentes, a las admiraciones convenidas y a las opiniones superficiales del mundo oficinesco en que vivía. Al cabo de una hora de conversación, estaba ya encantado de la señora Liénard y se felicitaba de tan dichosa velada.