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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Asimismo haces algunas reticencias que me desagradan, porque no están bien en boca ni en pluma de una niña tan candorosa como tú eres y deseo que sigas siendo. Te has equivocado en todas tus hipótesis. Estoy enamorado no sé de qué; acaso del alma, aunque no lo aseguro. No ha cumplido aún los diez y seis años. ¡Si vieras qué buena y humilde es!
Gonzalo le prometió interponer su influencia; le dejó entrever con reticencias más o menos claras, un éxito lisonjero, jactándose del poder que sobre ella ejercía. Hasta entonces todas las indicaciones que la hiciera, habían sido atendidas. «Creo que si yo no consigo llevar a remate la empresa, ninguna otra persona podrá intentarla» concluyó por decir en un rapto de expansión y de orgullo.
Ya se entiende que me creo insignificante para enamorarla, no para ser su amigo; no para que ella me estime y llegue a tener un día cierta predilección por mí, cuando yo acierte a hacerme digno de esta predilección con una santa y laboriosa vida. Perdóneme Vd. si me defiendo con sobrado calor de ciertas reticencias de la carta de Vd. que suenan a acusaciones y a fatídicos pronósticos.
Siguió todavía algunos momentos con las narices metidas por el mantel como en son de protesta contra las reticencias mal intencionadas de su tío. Al fin, vencido de los ruegos y los halagos de la tía, levantó la cabeza: aquélla se apresuró a secarle las lágrimas y los mocos con su propio pañuelo. Tomó otra vez el tenedor y siguió comiendo.
Entre las seguridades del Marenval presente y las reticencias del Marenval pasado había tal desacuerdo, que eran necesarias muchas palabras para ponerlas en armonía. Un orador mucho más elocuente que Marenval hubiera fracasado en tal empresa.
Y Tiburcio no pasaba nunca más adelante, ni aclaraba mejor su pensamiento. Por sus reticencias, con todo, presumía Morsamor que Tiburcio atribula las artes y las ciencias de los mahatmas a la intervención del diablo. ¿Crees tú le decía Morsamor que el diablo interviene en esto? Tiburcio no contestaba sí, ni no. Se reía y se callaba.
¡Vea usted lo que está diciendo, señor Aldama! profirió Cirilo perdiendo la paciencia e incorporándose en la butaca . Considere usted que con esas reticencias me está usted ofendiendo y que yo no le he dado motivo alguno para ello.
Narró todo lo que había sucedido en el Sotillo en tono dramático y con reticencias adecuadas para infundir las sospechas que atormentaban su espíritu. Escudero escuchó el relato sin pestañear. Doña Eugenia bastante distraída.
Hay algo, sobre todo en el escritor y en el hombre, que lo hacen inconfundible, único: es su valentía moral. Conocer la verdad, es ya, por cierto, un mérito. Decirla sin reticencias ni eufemismos es de suyo admirable. Pero vivirla, uniendo la idea al hecho, la teoría a la práctica, la prédica a la acción es, a no dudarlo, una heroicidad.
Calderón se había acercado al ministro y le hablaba con acatamiento. Salabert hizo lo mismo. Pero el personaje no tenía ganas de hablar de negocios o por ventura le inspiraba miedo el célebre negociante. La prensa hacía reticencias malévolas sobre los negocios de éste con el Gobierno. Por eso, a los pocos momentos, se fué en pos de Pepa Frías y se pusieron a cuchichear en un ángulo de la estancia.
Palabra del Dia
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